“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 26 de mayo de 2017

Jetas, jetillas y jetones

Javier Lambán es de esos políticos mediocres, que llevan tantos años cobrando del erario sin aportar nada, a los que no les importa hacer el ridículo. Tienen experiencia en decir tontadas y las sueltan con una facilidad pasmosa. Una tras otra. Si ayer hablé de sus primeras palabras tras la derrota de Susana Díaz y de su primera tríada, normalidad, unidad, fraternidad, hoy toca la segunda tanda de tres palabras y la enésima ristra de sandeces. Igualar a Rajoy con sus elucubraciones no es nada fácil. "Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde" era hasta ahora el culmen de la retórica española de todos los tiempos. Pero desde ayer, a Rajoy le ha salido un émulo: el presidente de Aragón, don Francisco  Javier Lambán Montañés. En su primera comparecencia pública tras las primarias, en la sede del PSOE en Zaragoza, subido al atril y frente a los micrófonos, ha declarado con toda solemnidad que  “hay aparatos, aparatillos y aparatejos y cada uno ha jugado en favor de sus intereses. Quienes critican al aparato es porque tratan de sustituirlo y convertirse en el aparato, aparatillo o aparatejo”. Si todavía no se han caído de la silla ni se han desternillado de risa es porque nada les hace reír. O tal vez porque las palabras de Lambán, si se para uno a pensar, son de un cinismo que te corta la respiración, y en vez de risa producen rabia e indignación. Nos cuenta, aunque sea de manera chapucera, que los políticos no miran por el bien común de los ciudadanos, sino que cada uno mira por su propios intereses personales y que la lucha en un partido consiste en un quítate tú para ponerme yo. Él es el claro ejemplo de trepa político que lleva más de un cuarto de siglo ejerciendo cargos políticos magníficamente remunerados. Pero aún así, se atreve a añadir que quienes han apoyado a Sánchez “son de la Cofradía del Santo Reproche, están disconformes desde tiempos pretéritos y si yo hubiera ido con Sánchez, hubieran apoyado a Díaz”. Y concluye diciendo que “también hay quienes creen que deben aspirar a más en política”.  Por lo visto, don Javier no tiene espejo en el que verse reflejado.

Evaristo Torres Olivas

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