Evaristo Torres
Olivas
miércoles, 23 de septiembre de 2015
El chaquetero: de la pana a Gas Natural sin cardar la lana
Quien lea habitualmente este blog sabe que no le tengo muchas
simpatías a Felipe González. Me parece el ejemplo más logrado del político
transformista, chaquetero, traidor a sus ideas y a la clase que decía representar
y que le aupó al poder. Es políticamente deshonesto, sinvergüenza, mentiroso. Monto
en cólera cada vez que le veo y recuerdo cómo mucha gente a la que quiero,
amigos y familiares, algunos ya fallecidos, se emocionaban cada vez que
escuchaban a Felipe, sí, Felipe le llamaban, como si hubiera sido un colega de
toda la vida. Con su traje de pana, su verbo encendido, la gracia de su acento
andaluz, llenaba plazas y estadios. Fue la esperanza de mucha gente humilde. Y
a lo que ha llegado. Su última fantochada ha sido afirmar públicamente que "el Chile de Pinochet respetaba mucho
más los derechos humanos que el paraíso de Maduro”. Debería callarse, aunque solo fuera por la
memoria de Salvador Allende, de Víctor Jara y de los miles de ciudadanos
asesinados por la DINA, la Caravana de la Muerte, la Brigada Lautaro.
Ciudadanos arrojados al mar. No se puede permitir que un político como
González, que presume de demócrata, diga esas barbaridades. Pero es que además
es tal el poder que tiene que nadie en su partido le ha puesto firmes. Nadie. A
lo máximo que se ha llegado es a que Adriana Lastra, responsable federal de
Política Municipal, haya declarado que “el Chile de Pinochet y la Venezuela de
Maduro son regímenes distintos con cosas en común”. Para vomitar. Ante semejante
falta de rigor y honestidad, se merecen que les digan que el Partido Socialista
Obrero Español de Felipe y Adriana y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de
Adolf Hitler son partidos distintos con cosas en común. Y que Felipe y Adolf
también se diferencian en que Felipe no lleva bigote. Espero que en la fundación que ha creado
González para estudiarse a sí mismo se dedique un apartado a dejar constancia
del grado de abyección al que puede llegar una persona a la que el poder, el
dinero, Gas Natural y las malas
compañías han convertido en un traidor
de los suyos.
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Títeres sin cabeza
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