Evaristo Torres Olivas
lunes, 8 de junio de 2015
Hermosas palabras
Las palabras pueden ser hermosas. Un poema, la letra de una
canción, el texto de un discurso pueden
hacer que afloren las lágrimas de
emoción. Pero las mismas palabras no son hermosas para todo el mundo. Depende
de quien las pronuncia y quien las escucha. Depende de las experiencias del
receptor, de su identificación con el texto. Si uno no ha tenido nunca un perro
o les tiene miedo a los perros, difícilmente
se emocionaría con la Elegía en la muerte de un perro, de Unamuno. Quien no haya
escalado nunca una montaña no entenderá las palabras de quien alcanza la
cumbre. Pero también puede pasar que las palabras sean hermosas o no
dependiendo del recepto sino del emisor. Ayer me tragué entero por internet,
que ya son ganas, el discurso en gabacho del rey en la Asamblea Nacional francesa y la ceremonia de homenaje a los
republicanos españoles de la Novena, la primera compañía que liberó París en
1944. Si uno desconoce la historia de
nuestro país y escucha el discurso, en un francés más o menos aceptable, puede
sentir cierto orgullo y emoción al oír hablar de “igualdad, libertad y
fraternidad”; “del respeto y la promoción de los derechos humanos, la equidad
social y el respeto a la justicia”; de que “somos hijos de la razón y del
rechazo a la sinrazón”. Y otras muchas palabras hermosas. Y más si delante está
el primer ministro francés, de origen español, y la alcaldesa de Paris, hija de
exilados andaluces. Pero claro, si quien las pronuncia es hijo de un rey que
fue nombrado por el dictador que forzó al exilio a esos mismos republicanos que
se homenajean. Si resulta que ese mismo rey es jefe de estado no por méritos
propios, no por haber sido elegido, sino por algo tan irracional como es la
sangre. Si resulta que ese mismo rey es hermano y cuñado de una pareja que ha
utilizado el parentesco para delinquir sin que nadie se enterara o todos hicieran la vista gorda durante años. Se
concluye, entonces, que en su boca las palabras igualdad, razón, justicia, derechos
humanos suenan más falsas que un billete de siete euros. En París, el rey descubre una placa de homenaje a los
republicanos en un hermoso jardín del Ayuntamiento. Y aquí a los republicanos los tenemos en las
cunetas.
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A samugazos
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4 comentarios:
Suscribo todo lo expresado anteriormente.
Suscribo todo lo dicho anteriormente.
Estoy de acuerdo con todo lo que expones, Evaristo. Solo me atrevo a hacer una observación. ¿Se puede culpar a este rey de lo que han hecho algunos de sus familiares? Pienso que es injusto. El tiempo dirá si es de la misma grey o distinta.
También me gustaría que el discurso que pronunció en la Asamblea Francesa lo hiciese aquí, en el Congreso o donde sea...
Saludos
No se puede culpar a nadie por lo que han hecho otros, pero sí denunciarlo y decir que no se volverá a repetir. Y Felipe, en la Asamblea Nacional, dijo que su padre esto y su padre lo otro, todo positivo y todo maravilloso. De todas maneras, no se puede pedir a Felipe que nos dé razones para la sinrazón de una monarquía. No tiene legitimidad. Felipe reina por se hijo de Juan Carlos y Juan Carlos reinó porque así lo decidió Franco y Franco "reinó" enfrentándose a una república y a uno gobierno legítimo.
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