“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 28 de mayo de 2015

Adhesiones inquebrantables

"El mitin electoral reaviva mis prejuicios contra la democracia de partidos. Todos ven la abyección de los oradores, pero nadie la del público. Si éste en los toros es el Respetable tan sólo porque puede aplaudir o pitar y abuchear, se vuelve el Despreciable allí donde no caben más que los aplausos y las aclamaciones. Si a una frase del orador alguien dijese "¡No, eso no!", sería acallado o tal vez hasta expulsado como intruso. El supuesto forzoso de la unanimidad incondicional convierte todo mitin en una práctica fascista: el local se transfigura en una Piazza Venezia, donde cualquier partido es 'partido único'". Esta extensa cita pertenece a Rafael Sánchez Ferlosio, de su libro 'Campo de retamas', pp. 67-68, y que he leído gracias a la recomendación de Antonio Castellote en Facebook. Estos días de mítines y de circo se ha podido comprobar lo acertadas que son estas palabras. Ya pueden decir lo que quieran los oradores, que la masa enfervorizada aplaudirá y gritará hasta desgañitarse. No importa que las expectativas de ganar sean escasas, los asistentes no dejarán de llamar al candidato, o a la candidata, presidente, presidente, alcaldesa, alcaldesa. Quienes ya conocemos este tipo de adhesiones inquebrantables, ardores guerreros y prietas las filas,  de cuando aquí nos puteaba un gallego bajito y mal encarado, no podemos evitar cierta tristeza al comprobar lo poco que hemos avanzado. Hay varios tipos de aplaudidores, gritadores, aduladores y pelotas. Por un lado están los que de buena fe creen que porque alguien se suba a un atril o salga en la televisión necesariamente es importante y todo cuanto cuenta merece el aplauso: son los que lo mismo aplauden a Manuela Carmena que a Belén Esteban; por otro, y estos son los peores, están los del por el interés te aplaudo Andrés. Suelen perder el culo para recibir al jefe, al coordinador o al secretario general,  le dan siempre la razón y se colocan en la primera fila para que compruebe su fidelidad  perruna. Esperan algún premio a cambio. Si en una familia es difícil que todos los miembros coincidan en todo, no se entiende la unanimidad en los partidos. Y si la mejor manera de que un niño se vuelva gilipollas es reírle todas las gracias, lo mismo pasa con los políticos. Miren al Mariano, la Espe o la Cospe. Espero que los míos no caigan en esa misma bajeza, que, como añade en su libro Sánchez Ferlosio, “no comporta ninguna mejoría para la inteligencia de las gentes y la objetividad de la opinión política, ni aún menos para la dignidad, la animación y hasta la estética de una por lo demás casi inexistente vida pública”.

Evaristo Torres Olivas
Franco, Franco, Franco...
 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes mucha razón, pero en los partidos hay jerarquías, y si te enfrentas a la opinión (real o simulada) de quienes están por encima de ti en la jerarquía del partido, tendrás problemas. Al fin y al cabo tienen el poder, a secas.

Y claro, aquellas relaciones humanas donde interviene el factor jerárquico se ven alteradas en su naturaleza irremisiblemente. Lo podemos comprobar cuando queramos, en nuestro futuro o en nuestro pasado. Nadie se comporta igual (de una u otra forma) con personas de quienes debe acatar, al menos, algún tipo de órdenes, por el imperativo que sea; que con individuos que no tienen autoridad sobre la persona, individuos a los que percibe como iguales en la jerarquía del tipo que sea. A este último tipo de personas, algunas queridas y apreciadas, la persona no les tolera cosas que sí le aguanta a gente a la que desprecia, a lo que no quiere, que le es casi ajena... pero que tiene la prerrogativa de la autoridad.

Nadie tiene derecho a dar órdenes a nadie, el problema es que estamos MUY acostumbrados a recibirlas... y a aceptarlas.

Anónimo dijo...

Podría estar de acuerdo con el contenido del artículo, pero en el momento que dices que esperas que los tuyos con caigan en la misma bajeza, ya no lo estoy. Si por los tuyos se entiende aquellos con los que se te ha visto en alguna mesa informativa, en las últimas elecciones, no he visto mayor adhesión inquebrantable. Adhesión que, al parecer, llevó a tener que asumir que los "lideres autonómicos (zaragozanos)" impusieran lo que, en el mitin de final de campaña, se dijera en y de Teruel.
Tampoco he visto mayor fe y devoción, en ningún "lider" político, que la que se le tiene al "¿tuyo?", a veces he llegado a pensar que ni los devotos de la Virgen del Pilar le tienen tanta.

Eto dijo...

Tienes razón. Me cuesta entender ese culto al líder, sin excluir al mío. Me canso de decirlo, aunque me temo que es una batalla perdida. Ni me gusta el endiosamiento de los políticos ni los líderes vehementes que me gritan cabreados. Tal vez se deba a que guardo en la memoria los mítines de Felipe González en la plaza de toros abarrotada de Zaragoza. Con su traje de pana y su verborrea producía el mismo efecto que el Papa en la plaza de San Pedro, ante una muchedumbre de fieles. El Salvador González, el que nos prometía un paraíso en la Tierra, al igual que los obispos, lo que han conseguido es crearse un paraíso para ellos. Y a los demás, que nos den morcilla.

Anónimo dijo...

Tenéis razón, comentarios todos... el problema es que las personas persisten tenaces en su error y chocan en la misma piedra todas las veces que sea necesario. Penica de especie... .