Evaristo Torres Olivas
jueves, 16 de abril de 2015
Los vendedores de burras (y 6)
Todo proceso de selección tiene por objeto encontrar a la
persona más capacitada para ocupar un puesto determinado. Para el correcto
desempeño de cualquier actividad profesional se necesitan conocimientos y
experiencia para resolver los problemas que se presentan y asumir las
responsabilidades del puesto. Conocimientos y experiencia, resolución de
problemas y responsabilidad, eso son los factores que se utilizan en la
valoración de cualquier puesto de trabajo. Y debe haber un equilibrio entre
ellos: sería incoherente exigir mucha formación y
experiencia para resolver problemas pequeños y con poca responsabilidad; igualmente, tampoco tendría
sentido pedir que para dirigir un equipo de cirugía del corazón bastara con
haber diseccionado una rana en una clase de biología en segundo de
bachillerato. Pues lo que nos parece incoherente y con poco sentido en cualquier
actividad, no lo es en el ejercicio de la política. Con mucha frecuencia encontramos
en actividades de mucha responsabilidad a personas sin experiencia y con una
formación que no está en consonancia con los requisitos del puesto. Se
argumenta por parte de los partidos que los políticos tienen a funcionarios
expertos que les asesoran y no es necesario que ellos sean peritos en nada. Con
esa misma lógica se podría argumentar que el jefe de neurocirugía no debe ser
ni siquiera médico, que para eso en su equipo tiene a neurocirujanos que le
asesoran. Sin embargo, esos mismos miembros de partidos que defienden lo
indefendible recurren a su ignorancia cuando la justicia les pisa los talones.
José Antonio Viera, exconsejero de Empleo andaluz, imputado por los ERE, ha declarado ante el Tribunal Supremo: "Yo
soy maestro y confiaba en mis subordinados". Añade que carece de formación
jurídica suficiente "como para adentrarse en el recorrido de los
instrumentos presupuestarios". Ya ven, según les interesa, afirman una cosa o su contraria. No hay mucha diferencia entre este Viera y la infanta
que no sabía lo que firmaba; a pesar de que según todos los expertos discípulos
de Jaime Peñafiel, la infanta que no sabía lo que firmaba es la lista.
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A samugazos
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