La realidad es mucho más compleja de lo que muchos piensan,
pero como analizarla con todos sus detalles cuesta tiempo y esfuerzo, prefieren
descafeinarla y desnatarla para quedarse con algo sin apenas sustancia. Son los
que disfrutan con la versión reducida de cinco páginas de El Quijote o compran La breve historia de todo, en la
adaptación para niños. Ven el mundo en dos colores, las cosas son grandes o
pequeñas, los sabores agradables o desagradables y las personas buenas o malas.
No sé si llamar a eso dualismo, simplismo o pereza. O manipulación. Las
religiones y las sectas operan de acuerdo con los principios de la
simplificación: sus creencias son la única verdad y las demás, mentira; el amor solo puede existir entre un
hombre y una mujer, entre dos hombres o dos mujeres es vicio y depravación. Los
políticos, de todos los signos, también se apuntan a ese modelo, unos porque
les conviene y otros porque no dan más de sí. Que el PP llame izquierda radical
o populismo a todo lo que le huela a socialismo está dentro de lo esperado,
pero que personas que se autocalifican de izquierdas acusen a otros partidos de
su misma tendencia de apuntarse a carros en los que, al parecer, solamente
ellos, los guardianes de la ortodoxia, pueden subirse, resulta un poco más
difícil de entender. También acusan a
los miembros de esos partidos de que fundían los dineros de papá y mamá jugando
al mus en la facultad, mientras otros, los buenos, los obreros, mantenían
encendida la llama sagrada de la rebeldía. Ese tipo de afirmaciones, a fuer de
simplonas, son falsas. Quien conozca mínimamente nuestra historia
reciente sabrá que en la lucha por la democracia los estudiantes jugaron un
papel muy importante. También muchos obreros, mineros y campesinos. Pero igualmente
había estudiantes que no movían un dedo por nada y obreros que pasaban
olímpicamente de todo. No me lo tienen que contar: lo he vivido. En mis tiempos
de estudiante en Zaragoza, iba, con más
voluntad que sesera, a repartir octavillas y a soltarles arengas
revolucionarias a los obreros de Balay, Pikolin, Tudor y otras empresas cuyos
nombres he olvidado. Muchos nos mandaban
a la mierda, y preferían meterse en el bar a beberse el primer carajillo antes de entrar a
trabajar o la cerveza después de acabar el turno. ¿Los acusamos de traidores a
la clase obrera? Entonces yo lo soy también,
porque con veinte mil pesetas que gané como ayudante de repartidor de La
Casera, en lugar de dárselas al partido en el que militaba entonces, me fui a
Mallorca con mi novia. Porque a los veinte años no había visto nunca el mar.
Evaristo
Torres Olivas
viernes, 20 de marzo de 2015
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4 comentarios:
¿"Partidos de su misma tendencia"? ¿Estás seguro que el Psoe y Podemos son "de la misma tendencia"? Dicho sea sin confiar en las promesas de Podemos.
Creo que es capital (¡qué menos!) construir discurso sin incluir al Psoe en la izquierda, la razón no es más que la realidad de sus actos. Ya no llegan ni a socialdemócratas, y esta tendencia política no es más que un liberalismo partidario de dar las hostias a la gente pobre con una sonrisa en la boca.
Que se llamen a sí mismos, que les publiciten en los medios, que la gente hable de este conjunto humano, como "socialistas" es ya un sarcasmo de un calibre descomunal. El Psoe no es socialista, eso está claro, y mucha de la gente que les llama socialistas no sabe qué es el socialismo. Otra sí, pero sigue llamándoles socialistas.
Socialismo igual es esto:
http://www.elmundo.es/economia/2015/03/20/550b228dca4741dd658b4575.html
No me refiero precisamente al PSOE, al que no considero ni socialista ni obrero, solo partido español.
Anónimo del 20 de marzo de 2015, 10:44, lo que tú dices tampoco es socialismo, qué duda cabe.
También hay gente qué sí sabe qué es el socialismo o qué es el comunismo (teorías políticas aparte) y se equivoca en los medios para conseguirlo. También hay, por desgracia, quienes no se equivocan, sino que emplean dicho discurso para obtener poder a costa de las esperanzas de la gente.
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