“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 25 de febrero de 2015

Y los sueños, sueños son (Las Bodas de Isabel) III

En todas las épocas, desde la clásica hasta nuestros días, los sueños han sido materia literaria. Unas veces como recurso retórico, una convención genérica, y no algo realmente soñado por el autor. En otras ocasiones, sí que ha sido el sueño soñado la materia literaria, aunque bien pudiera ser que más que un sueño fueran experiencias producidas por el alcohol, el opio u otras adicciones de los escritores. Calderón nos hablo de que la vida es sueño, y Martin Luther King tenía un sueño en el que los niños negros pudieran unir sus manos con los niños blancos, como hermanos.

De ahí que no resulte muy original lo que leemos en la web de las Bodas de Isabel sobre cómo Raquel Esteban, la madre del invento,  parió a la criatura: “Su vuelta a la ciudad natal (Teruel), después de muchas andanzas por esos mundos de Dios, le produjo una especie de shock: Una ciudad tan hermosa..., pero tan abandonada y con tan poca fe en si misma. Había que hacer algo. Su idea surgió de una manera  especial: La soñó”. Más adelante se añade que “estaba dormida cuando se configuró la fiesta en su mente, incluido  el nombre”.  Y se remata la faena con esta afirmación contundente sobre doña Raquel: “Ha sabido aplicar con inteligencia, creatividad y amabilidad las herramientas necesarias para que, de la nada, surja ese fenómeno insólito, que tan pocas veces sucede: el nacimiento de una tradición”.

Una pizca de modestia por parte de la madre de todas las bodas no habría estado de más. El arquetipo de los amores imposibles es tan viejo como la historia de la humanidad. Y en cuanto que en Teruel nació una tradición de la nada, gracias a doña Raquel, además de presuntuoso, es mentira.

Pero eso no es todo, en otro lugar de la página web se afirma que  “Raquel Esteban cedió desinteresadamente los derechos de autor (esto es, no cobró nada por ello), dejó su trabajo como profesora de Secundaria y dirige desde entonces la Fundación Bodas de Isabel”. No sé en concepto de qué se pueden cobrar derechos de autor. Se me ocurre pensar que por las músicas, sin son originales, los guiones de las actuaciones y poco más. Pero,  en todo caso, esos derechos corresponderán a sus autores, no a Raquel Esteban. Y en cuanto al desinterés, pues no me parece tal si le ha permitido abandonar su trabajo de profesora y vivir de lo que percibe como gerente vitalicia de la Fundación. Estoy pensando seriamente en crear de la nada la tradición de las fiestas del Pilar y después ceder desinteresadamente los derechos a una fundación que me garantice un sueldo Nescafé para toda la vida.

Evaristo Torres Olivas
 

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