De ahí que no resulte muy original lo que leemos en la web
de las Bodas de Isabel sobre cómo Raquel Esteban, la madre del invento, parió a la criatura: “Su vuelta a la ciudad
natal (Teruel), después de muchas andanzas por esos mundos de Dios, le produjo
una especie de shock: Una ciudad tan hermosa..., pero tan abandonada y con tan
poca fe en si misma. Había que hacer algo. Su idea surgió de una manera
especial: La soñó”. Más
adelante se añade que “estaba dormida cuando se configuró la fiesta en
su mente, incluido el nombre”. Y
se remata la faena con esta afirmación contundente sobre doña Raquel: “Ha
sabido aplicar con inteligencia, creatividad y amabilidad las herramientas
necesarias para que, de la nada, surja ese fenómeno insólito, que tan pocas
veces sucede: el nacimiento de una tradición”.
Una pizca de modestia por parte de la madre de todas las
bodas no habría estado de más. El arquetipo de los amores imposibles es tan
viejo como la historia de la humanidad. Y en cuanto que en Teruel nació una
tradición de la nada, gracias a doña Raquel, además de presuntuoso, es mentira.
Pero eso no es todo, en otro lugar de la página web se
afirma que “Raquel Esteban cedió
desinteresadamente los derechos de autor (esto es, no cobró nada por ello), dejó
su trabajo como profesora de Secundaria y dirige desde entonces la Fundación
Bodas de Isabel”. No sé en concepto de qué se pueden cobrar derechos de autor.
Se me ocurre pensar que por las músicas, sin son originales, los guiones de las
actuaciones y poco más. Pero, en todo
caso, esos derechos corresponderán a sus autores, no a Raquel Esteban. Y en
cuanto al desinterés, pues no me parece tal si le ha permitido abandonar su
trabajo de profesora y vivir de lo que percibe como gerente vitalicia de la
Fundación. Estoy pensando seriamente en crear de la nada la tradición de las
fiestas del Pilar y después ceder desinteresadamente los derechos a una
fundación que me garantice un sueldo Nescafé para toda la vida.
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