“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 26 de febrero de 2015

Demagogia (Las bodas de Isabel) y IV

Este año he pasado muchas horas en las Bodas de Teruel. Sin disfrazarme. Perdón, sin vestirme de siglo XIII, como le gusta que se diga a nuestro alcalde Blasco. Estuve el jueves, el viernes, el sábado y el domingo. Solo. Asistí, por primera vez, a algunas representaciones: en la catedral, en la plaza del Torico y en la plaza de la Marquesa, para el beso de la traca final. Me negué a que me soplaran diez euros por cincuenta gramos de jamón, dos rebanadas de pan y una caña en el Rokelín o en cualquiera de los chiringuitos. Por menos dinero comí  en mi casa unas espinacas con bechamel, una  dorada al horno y dos vasos de un buen vino.

El jueves la ciudad se transformó en unas pocas horas. Coches, furgonetas, camiones, jaimas, gente trabajando codo con codo, arrimando el hombro. Laboriosidad, esfuerzo, entrega, para que todo estuviera preparado, perfecto. Viernes, sábado y domingo, las calles abarrotadas, las plazas donde había representaciones, colapsadas. Aplausos, emoción, llanto. Setenta mil personas leo en la prensa. No sé si la cifra es exacta o exagerada, pero gente había mucha. Y todo para ver un espectáculo que es siempre el mismo: las mismas escenas, los mismos personajes, los mismos diálogos. Como ver siempre la misma película, con actores del montón, regulares o tirando a malos.  Pero no importa, es una fiesta popular, participativa, a la gente le hace ilusión ver a un amigo, un vecino, un familiar, vestido de fraile, tabernera, templario o alcahueta. También en el Pilar siempre es la misma historia, las mismas jotas y la misma ofrenda. O las Fallas. O la fiesta de Moros y Cristianos.

Y de nuevo pensé: cómo sería Teruel si solamente el diez por ciento de los que asisten a estas fiestas populares participara en otras actividades más acuciantes. ¿Imaginan a 7 000  turolenses protestando por el mal servicio de trenes, o por la barbaridad de la plaza Domingo Gascón, o por las luminarias del Torico? ¿A otras tantas personas protestando frente a la Delegación del Gobierno por los recortes en Educación, Sanidad y derechos de los trabajadores? ¿Al mismo número ayudando a ancianos y a personas sin recursos a rehabilitar sus casas, eliminar barreras arquitectónicas o adecentar espacios públicos deteriorados?  Pura demagogia, ¿no es cierto?

Evaristo Torres Olivas
Un grupo de voluntarios en la plaza del Torico se dirige a una plantada de árboles. En primera fila el alcalde y la corporación municipal, todos con picos y palas
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

No nos engañemos, para que algo, cualquier cosa, funcione en Teruel con éxito, es necesario, imprescincible, idispensable, establecer una condición "sine qua non", sin la cual nada cuaja: la cañera.