El jueves la ciudad se transformó en unas pocas horas.
Coches, furgonetas, camiones, jaimas, gente trabajando codo con codo, arrimando
el hombro. Laboriosidad, esfuerzo, entrega, para que todo estuviera preparado,
perfecto. Viernes, sábado y domingo, las calles abarrotadas, las plazas donde
había representaciones, colapsadas. Aplausos, emoción, llanto. Setenta mil
personas leo en la prensa. No sé si la cifra es exacta o exagerada, pero gente
había mucha. Y todo para ver un espectáculo que es siempre el mismo: las mismas
escenas, los mismos personajes, los mismos diálogos. Como ver siempre la misma
película, con actores del montón, regulares o tirando a malos. Pero no importa, es una fiesta popular,
participativa, a la gente le hace ilusión ver a un amigo, un vecino, un
familiar, vestido de fraile, tabernera, templario o alcahueta. También en el
Pilar siempre es la misma historia, las mismas jotas y la misma ofrenda. O las
Fallas. O la fiesta de Moros y Cristianos.
Y de nuevo pensé: cómo sería Teruel si solamente el diez por
ciento de los que asisten a estas fiestas populares participara en otras actividades
más acuciantes. ¿Imaginan a 7 000 turolenses protestando por el mal servicio de
trenes, o por la barbaridad de la plaza Domingo Gascón, o por las luminarias
del Torico? ¿A otras tantas personas protestando frente a la Delegación del
Gobierno por los recortes en Educación, Sanidad y derechos de los trabajadores?
¿Al mismo número ayudando a ancianos y a personas sin recursos a rehabilitar
sus casas, eliminar barreras arquitectónicas o adecentar espacios públicos
deteriorados? Pura demagogia, ¿no es cierto?
Evaristo Torres Olivas
Un grupo de voluntarios en la plaza del Torico se dirige a una plantada de árboles. En primera fila el alcalde y la corporación municipal, todos con picos y palas
1 comentario:
No nos engañemos, para que algo, cualquier cosa, funcione en Teruel con éxito, es necesario, imprescincible, idispensable, establecer una condición "sine qua non", sin la cual nada cuaja: la cañera.
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