Por qué a la política acuden los mediocres tiene que ver con el concepto de coste de oportunidad que se utiliza en economía. Si con 20 euros puedo comprar una botella de whisky para mí o un frasco de colonia para mi novia y decido—porque soy un egoísta y un golfo—fundirlos en bebida, el coste de oportunidad es aquello a lo que renuncio: el frasco de colonia y que mi novia piense que soy un tío sensible y detallista. Consideremos ahora un catedrático brillante o una científica de primer nivel que por responsabilidad y compromiso deciden participar en política. El coste de oportunidad es muy elevado: el economista o la científica que dedican 4 años a la política dejan de publicar y de investigar y se quedarán pronto desfasados en su especialidad. Ahora consideremos el coste de oportunidad de un secretario de ayuntamiento de tercera como Guillén, un profesor de FP como Velasco, un no se sabe qué como el alcalde Blasco o una no se sabe qué como Pobo. El coste de oportunidad es cero patatero pelotero: al dedicarse a la política no renuncian a nada, no pierden nada; todo lo contrario, adquieren un protagonismo, un prestigio y unos ingresos que difícilmente alcanzarían en su profesión—si es que la tienen—. Por ese motivo, harán todo lo posible por perpetuarse en el cargo y vivir de la política hasta la jubilación. Y aprenderán a doblar el lomo, a decir si bwana y a adular a la cúpula dirigente del partido, llegando a extremos vergonzosos(pueden repasar los escritos babosos de Yolanda Casaus sobre Zapatero, Guillén hablando de Marcelino Iglesias o Mayte Pérez lamiéndole los zapatos a Eva Almunia en la campaña electoral del 2011). Eso sí, ejercen un control férreo en el partido, impiden que se renueve, que entren nuevos miembros que pongan en peligro la correlación de fuerzas. Lo controlan todo tanto que en las elecciones para confeccionar las listas o en las primarias consiguen adhesiones del 80 y del 90 por ciento, a la búlgara. Su partido ganará o perderá elecciones, pero ellos siempre estarán viviendo de la política: Velasco será consejero con Marcelino si gana el PSOE y vicepresidente de las Cortes si gana el PP; Arrufat, el censor, será presidente de la diputación o senador; si a Mayte Pérez no la quieren de alcaldesa de Teruel, se va al parlamento de Zaragoza. Blasco, el que no tiene profesión conocida, es alcalde y senador, Pobo presidenta de la Diputación y diputada.
A todo eso es a lo que llamamos la casta. Son la cal que obstruye las tuberías de la democracia. El descalcificador que las descalcifique buen descalcificador será.
Evaristo Torres Olivas
4 comentarios:
Algunas de esas ideas son algo viejas. Ya las publicaron en un artículo en El País hace más de 11 años http://elpais.com/diario/2003/07/04/espana/1057269604_850215.html
Parece que el señor Urquizu sabía muy bien de qué escribía.
http://www.psoe.es/izquierdasocialista/docs/555739/page/psoe-disuelve-agrupacion-local-alcaniz-crea-una-gestora.html
Mira si son viejas la pobreza, la injusticia, las dictaduras, ¿debemos dejar de hablar de ellas? Por otra parte, el artículo que citas, está escrito por sociólogos del PSOE, entre ellos Ignacio Urquizu, de Alcañiz. Parece mentira que alguien que firme ese artículo sea uno de los mayores fans de Guillén, Velasco, Arrufat y demás profesionales de la política, de esos que baten récords de permanencia y que dejan los cargos cuando se mueren o se jubilan.
Teruel siempre en vanguardia. Se adelantaron a lo de Madrid.
Supongo que mientras Sánchez sea el jefazo, Guillén será "sanchista". En cuanto a Sánchez le den la patada y la Susana mande en el PPSOE, se pasará a "susanista". Al tiempo.
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