“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 12 de febrero de 2014

Médicos del Polanco

Hace unos días escribía de cómo unos funcionarios me tuvieron toda la mañana dando vueltas por Teruel para no solucionar nada. Hoy voy a hablar de los médicos de la Seguridad Social, los del Polanco, aunque me centraré en uno en concreto.
 Hasta hace unos tres años, yo utilizaba poco los servicios médicos de la Seguridad Social, pero desde entonces apenas me quedan un par de especialidades por visitar. En general, la atención es correcta, dada la masificación existente. Hay algunos médicos excepcionales, como una oftalmóloga que trata a todo el mundo de cariño mío, de tal forma que solo con eso si tienes siete dioptrías se te rebajan a la mitad. Hay otra especialista, una dermatóloga de la que también he hablado aquí alguna vez, que utiliza el plural para todo y te suelta frases como nos quitamos la ropa y nos tumbamos en la camilla para indicarte que te la quites tú y te tumbes tú. También los hay distantes, de pocas palabras,  pero que cumplen con su trabajo con educación y profesionalidad. Y finalmente están los divos, los que se creen que ellos son unos seres superiores y tú un miserable gusano ignorante. Son gente con tan pocas habilidades sociales que en lugar de medicina deberían haber estudiado  astronomía o geología y perderse en algún lejano planeta o en la cumbre de una montaña. Es el caso del mi cardiólogo. Cada vez que voy a la revisión, ni saluda, ni pregunta ni leches. Mira el electro y los resultados de los análisis y te echa una bronca de narices, con desprecio, prepotencia y chulería. La primera vez no dije nada, cualquiera puede tener un mal día. Pero es que el mismo comportamiento se repetía en todas las visitas. En la última, en la que me dijo que me dejaba por imposible, que me daba el alta y que me llevara el médico de cabecera porque él ya no podía hacer nada por mí, estuve a punto de ponerlo verde o de agarrarle del cuello, pero me contuve. Hice una reclamación en el Servicio de Atención al Paciente y aún estoy esperando que me contesten. No me hago muchas ilusiones, porque en estos casos, lo sé por experiencia propia y de amigos y conocidos, contesta el jefe del servicio diciendo que ha hablado con el médico en cuestión y que su versión no coincide con la del que se queja.
 Para  que lo  eviten si pueden y no les amargue la vida  ese médico, se apellida Monzón.
Evaristo Torres Olivas

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo, como geologo de formación, y aficionado a la astronomía, no por ello creo que tenga pocas habilidades sociales ni tenga que perderme en la cima de ninguna montaña. Son areas de conocimiento no tan prosaicas como puedas pensar.
Respecto a los medicos, en el Polanco hay buenos, malos y regulares profesionales, como en todos sitios.
Si con uno no te va bien, cambia de medico.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con el interviniente anterior. De hecho, el pasado mes de octubre pedí al IGME que me cambien el geólogo de cabecera. A ver si antes de marzo...

Abogado dijo...

Evaristo: En la convocatoria del año 2010 para cubrir 10 plazas de cardiología en los hospitales de Aragón,el susodicho fue, de los aprobados por turno libre, el que menos puntuación tuvo, concretamente su número de orden fue el 10. Así es que no se ponga tan estirado que tiene muy limitada su capacidad.

Anónimo dijo...

Déjese llevar por su corazón. Si no le trata bien, acuda a Atención al Paciente.
Y verá qué bien le trata la próxima vez. Le darán un toque (al cardiólogo, no a usted), y si le insinúan su nombre (el de usted, el suyo al menos él sí que lo debe de saber, está escrito en la bata), se lo pensará.
Es mi experiencia.