La mejor campaña publicitaria de la historia no es ni el Yes we can de Obama ni Quien
calcula compra en Sepu. La mejor, la que difícilmente será superada, es la de la Iglesia. Llevan más de dos mil
años vendiendo el mismo humo y la gente se lo sigue comprando. No han gastado
mucho en actualizar el producto, ni en cambiar el embalaje: solo ligeros
retoques como que la hostia se puede coger con la mano y morderla, que ya no
les hablan en latín a los feligreses analfabetos, dándoles la espalda; y poco
más. La Iglesia católica, la nuestra, la única verdadera, no ha cambiado nada a
lo largo de los siglos, pero es una maestra de la publicidad, desde mucho antes de que existiera la palabra
publicidad. Ha sabido adaptar el mensaje a los tiempos, para que parezca que lo
ha cambiado todo sin tener que cambiar nada. Ahora, algunos dicen que el papa
Bergoglio lo va a poner todo patas arriba, que a la Iglesia no la va a
reconocer ni la madre que la parió ni el padre que la engendró. Que si el papa
cambió el oro por la plata en la toma de posesión, que si se desplaza en un
cuatro latas, que si eligió el nombre de Francisco como guiño a los pobres.
Cuatro chorradas, que bien manejadas por el aparato de propaganda del
Vaticano, pueden hacer que el producto, la misma fórmula magistral, aguante unos
cuantos siglos más. Lo dice muy bien la gran periodista argentina Leila
Guerriero: «Los que le eligieron
sabían a quién elegían. No hay sorpresa. Necesitaban a alguien como Bergoglio
porque se les estaban vaciando las iglesias». Esa es la clave, que los estudios
de mercado indican que las ventas caen y que los jóvenes no quieren ser curas ni monjas. No hay pastores que huelan a oveja para pastorear el rebaño. Y si la fuerza de ventas, los curas y las monjas, desaparecen, no hay manera de que el
producto llegue a los consumidores. Y cada día hay menos corderos y menos borregos que se dejen pastorear. ¿Y qué hacen las grandes empresas cuando su
negocio disminuye? Pues recurren a la campañas publicitarias. Un nuevo eslogan,
nuevos mensajes, para vender un producto viejo. "Que todo cambie para que todo quede igual",
según la fórmula lampedusiana. Y Bergoblio, al igual que en su día Gila
nos venía las cuchillas de afeitar Filomatic,
es el actor que han elegido los departamentos de márquetin del Vaticano
y las agencias de publicidad contratadas. Para recuperar las ventas. Para que aumente el número de pastores y de borregos.
martes, 26 de noviembre de 2013
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1 comentario:
Acertado artículo. Un lavado de cara para vender la moto y mantener a buen ritmo la producción de beneficios, poder e influencia de tan lucrativo tinglado.
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