“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 26 de noviembre de 2013

La mejor campaña

La mejor campaña publicitaria de la historia no es ni el Yes we can de Obama  ni Quien calcula compra en Sepu. La mejor, la que difícilmente será superada,  es la de la Iglesia. Llevan más de dos mil años vendiendo el mismo humo y la gente se lo sigue comprando. No han gastado mucho en actualizar el producto, ni en cambiar el embalaje: solo ligeros retoques como que la hostia se puede coger con la mano y morderla, que ya no les hablan en latín a los feligreses analfabetos,  dándoles la espalda; y poco más. La Iglesia católica, la nuestra, la única verdadera, no ha cambiado nada a lo largo de los siglos, pero es una maestra de la publicidad, desde  mucho antes de que existiera la palabra publicidad. Ha sabido adaptar el mensaje a los tiempos,  para que parezca que lo ha cambiado todo sin tener que cambiar nada. Ahora, algunos dicen que el papa Bergoglio lo va a poner todo patas arriba, que a la Iglesia no la va a reconocer ni la madre que la parió ni el padre que la engendró. Que si el papa cambió el oro por la plata en la toma de posesión, que si se desplaza en un cuatro latas, que si eligió el nombre de Francisco como guiño a los pobres. Cuatro chorradas,  que bien manejadas por el aparato de propaganda del Vaticano,  pueden hacer que el producto, la misma fórmula magistral, aguante unos cuantos siglos más. Lo dice muy bien la gran periodista argentina Leila Guerriero: «Los que le eligieron sabían a quién elegían. No hay sorpresa. Necesitaban a alguien como Bergoglio porque se les estaban vaciando las iglesias». Esa es la clave, que los estudios de mercado indican que las ventas caen y que los jóvenes no quieren ser curas ni monjas. No hay pastores que huelan a oveja para pastorear el rebaño.  Y si la fuerza de ventas, los curas y las monjas, desaparecen, no hay manera de que el producto llegue a los consumidores. Y cada día hay menos corderos y menos borregos que se dejen pastorear.  ¿Y qué hacen las grandes empresas cuando su negocio disminuye? Pues recurren a la campañas publicitarias. Un nuevo eslogan, nuevos mensajes, para vender un producto viejo. "Que todo cambie para que todo quede igual", según la fórmula lampedusiana. Y Bergoblio, al igual que en su día Gila nos venía las cuchillas de afeitar Filomatic,  es el actor que han elegido los departamentos de márquetin del Vaticano y las agencias de publicidad contratadas. Para recuperar las ventas. Para que aumente el número de pastores y de borregos.

Evaristo Torres Olivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acertado artículo. Un lavado de cara para vender la moto y mantener a buen ritmo la producción de beneficios, poder e influencia de tan lucrativo tinglado.