A mi amigo José Luis le gustan mucho los libros del
comisario Jaritos, escritos por Petros Márkaris. A mí también. Le doy las gracias a José Luis por hablarme
de ese autor y de Kostas Jaritos, un madero griego honesto. Si en lugar de llamarse
los personajes Nikitas Zisimópulos, Stravrópulos, Korasidis o Petroyannis, se
llamasen Juan García, Nicolás Pérez , Carvalho o Rodriguez, y las calles y plazas se llamasen Puerta del
Sol, plaza de Cataluña o paseo de la Castellana en lugar de plaza de Sintagma,
plaza Omonia o avenida de Vasileos Konstantinou, perfectamente podríamos estar
en Barcelona o en Madrid, en lugar de en Atenas. Porque todo lo que se nos
cuenta, tanto lo bueno como lo malo, de la sociedad griega es perfectamente
homologable a la española. Nos parecemos como dos gotas de agua. A diferencia
de otras historias de novela negra que se desarrollan en Estados Unidos, o en
Europa del Norte, con sociedades y costumbres muy diferentes a las nuestras.
Aquí todo es reconocible, desde la comida a la afición a defraudar a Hacienda,
el nepotismo, los constructores chanchulleros y los banqueros chorizos.
Márkaris, que es escritor y economista, aprovecha sus
novelas negras, además de para entretenernos con las investigaciones de
Jaritos, para explicarnos cómo funciona la sociedad griega. Quien quiera
entender la crisis económica que padecemos los países de Europa del Sur, no
encontrará mejor manual que los tres
últimos libros de Márkaris que llevan
por título Con el agua al cuello, Liquidación
final y Pan, educación, libertad. Disfrutará además de las habilidades deductivas del comisario
Jaritos, de los tomates rellenos de su esposa Adrianí, de la bonhomía de Zizis,
la inteligencia de tres mujeres: Katerina, Kula y Maña. También disfrutará de
los paseos en coche por las calles atascadas de Atenas, que el comisario se
esfuerza en nombrar para que podamos aprender Historia de Grecia, antigua y
moderna, si nos molestamos en mirar en
el Google los nombres. Y aprenderá, finalmente, mucho vocabulario, porque
Jaritos es lector empedernido de un solo libro, el Dimitrakos, algo así como el
María Moliner griego.
Evaristo Torres Olivas
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