No voy a hablar de varas, ni de banderillas ni tampoco de
estocadas mortales. Los toros no me interesan. Los tercios a los que me
referiré son los que enumera Ángel Cristóbal Montes en un excelente artículo de
opinión en el Heraldo de Aragón del sábado, 26 de octubre, día de San Evaristo,
papa y mártir. Habla don Ángel de que aproximadamente un tercio de la
población defrauda a Hacienda. Habla de
otro tercio, el de la economía sumergida. Y el tercer tercio, la tasa de paro,
que se va aproximando al treinta por ciento. Más o menos, a grandes cifras,
este es el país en el que vivimos. El paraíso de la corrupción. Y un país que
funciona de esa manera no tiene futuro.
Tenemos unos políticos impresentables, es cierto, pero como
decía Pérez Reverte en el programa de Jordi Évole, “los políticos son la
manifestación pública, el síntoma de una enfermedad que somos nosotros; son la
oficialización de nuestra esencia. Acriticismo, incultura, cainismo, la vileza,
la envidia, eso somos nosotros”. Hay Bárcenas porque permitimos que haya
Bárcenas; tenemos fraudes en los EREs porque toleramos que los haya. Nos
cagamos en todo en la barra del bar, pero de ahí no pasa. Y si vamos a alguna
manifestación, lo hacemos como válvula de escape, lo mismo que vamos al fútbol o nos tiramos en
paracaídas.
Para cambiar las cosas se necesita una presión masiva y
constante, pero no en las barras de los bares sino en los centros donde se
toman las decisiones que nos afectan. Y para que eso ocurra se necesitan
ciudadanos concienciados, cultos, educados en unos valores diferentes a los que
nos han inculcado durante muchos años. La educación, la enseñanza, sería el
camino para formar ciudadanos con otros valores. Pero para que eso no ocurra,
para que sigamos igual de miedosos, incultos e insolidarios, ponemos al frente
del ministerio de Educación y Cultura a un tal Wert—paradójicamente, su
apellido significa valor en alemán—y así continuar siendo unos broncas en las
barras de los bares y los campos de fútbol y unos miedosos para cambiar el destino de este
país.
3 comentarios:
No sé qué porcentaje será el de la gente miedosa que no está dispuesta a cambiar el rumbo de las cosas comunes, lo que sí sé es que es aún mayor el de la gente que cree que no hay nada que cambiar o que "cambiar" consiste en darle dos brochazos a la fachada, como si así se arreglara la casa entera y todo su contenido.
Por no hablar de las personas que todavía creen que, según se "salga de la crisis", todo volverá a ser como antes, como a finales de los 90, digamos. Esas son legión, desgraciadamente.
Muy buen artículo Evaristo.
Tenemos lo que nos hemos ganado a pulso. Al igual que les pasa a los alemanes, los suecos, los noruegos, ... y los portugueses, griegos e italianos.
Está claro que el mundo (España que es lo que nos concierne) no se cambia con pensamientos o palabras, si no con hechos concretos y acciones. Empezando por nosotros mismos.
Y los cambios que hacen falta no se pueden hacer de un año para otro. Al menos costarían 20 años.
Quedan dos opciones por tanto, vivir con lo que hay aquí adaptándose a "los tercios" o largarse a un país que funcione.
Aún nos queda libertad para elegir entre ello.
Hola Evaristo:
Solo faltaba el Capitán Araña del Pérez-Reverte, para acabar de arreglar el panorama.
No me cabe ninguna duda de que al final los culpables somos nosotros, ¡ No faltaba más !.
Lo somos de la crisis, por “haber vivido por encima de nuestras posibilidades”.
Y ahora de la corrupción política.
Lo que no tengo claro es el por que.
Si tu eres una vagoneta de tren y que casualmente solo va por la vía, solo tienes dos movimientos posibles “palante” y “patras”.
Quizá tu que ¿militas? en alguna organización nos podrías decir como articular algún movimiento fuera del “palante-patras”.
No se, me parece que a parte de la guillotina, no se vislumbra nada que nos saque del pozo de la mierda, y esta tampoco nos asegura que lleguemos a buen puerto, solo hay que mirar “patras”.
En hora buena por tu blog.
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