“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 4 de octubre de 2013

Derrapes y caballitos, cerveza y ron (Historias de Motorland 2)

No me gustan los deportes llamados del motor. Ni los coches ni las motos. Circular a trescientos por hora y contaminar el aire por diversión me parece una insensatez. Y un derroche. Y un mal ejemplo para los jóvenes. Algunos periodistas del Diario de Teruel contribuyen a difundir lo peor de estos deportes y de sus seguidores más salvajes. En lugar de criticar los excesos, los exaltan. El alcohol, por ejemplo,  “el avituallamiento del motero” que diría la inefable Maribel Sancho Timoneda. También se ensalzan los llamados caballitos—levantar la rueda delantera de la moto—, los derrapes y quemar el neumático trasero acelerando a todo gas. Todo por diversión y para perforar el tímpano de la gente. El olor a goma quemada y gasolina, según algunos periodistas imbéciles, debe de poner cachondos a los moteros y moteras. Por lo visto, el éxito de un gran premio de motos se mide por los litros de cerveza y  ron consumidos, la gasolina quemada y los neumáticos hechos trizas. Motorland es un referente según el visionario Biel. Como se las da de hombre práctico, pensará de la siguiente manera: si a los jóvenes les gusta el alcohol y la velocidad, se emborracharán y correrán de todas formas; pues mejor que lo hagan en Aragón y así se forran los bares, hoteles y gasolineras de Alcañiz y alrededores. Y de paso, las funerarias verán aumentar su clientela si a  algún imbécil se le ocurre emular a sus ídolos Pedrosa y Márquez y se rompe la crisma a doscientos kilómetros por hora en una curva. Si al lado de las ganancias de hoteleros, gasolineros y vendedores de los tenderetes,  se pusieran en otro platillo los costes sociales que tiene un circuito de carreras, tal vez el balance no fuera tan positivo. Cuando se hace un circuito de carreras con dinero público, se deja de invertir en otras cosas, como hospitales y escuelas, seguramente más necesarias. Hacemos, con el dinero de todos, circuitos de motos para rendir culto a la velocidad, la cerveza, los caballitos y los derrapes, y después volvemos a gastar dinero público para decirles a los jóvenes que no corran y no se emborrachen. Más o menos como proyectar   una película de tiros a un niño, regalarle una pistola y pedirle que no dispare.

Evaristo Torres Olivas
Agárrate fuerte, churri, que nos vamos a las carreras del Motorland del tito Biel

1 comentario:

Trallero dijo...

Hace unos años no existía Motorland, ni el aeropuerto de Huesca o de Teruel, ni Aramon, ni otros "entes" ruinosos (Ójala me equivoque con el de Teruel). Jamás faltó tanto dinero para Educación y Sanidad como está faltando ahora. Nadie discute o protesta o se indigna por el dinero que va a la Fundación Amantes o Bodas de Raquel Esteban o al nuevo observatorio, pues bien, si ese dinero, (que nos llega de Madrid en su mayor parte), va a estos sitios, deja de ir a otros.
¡Menos Motorland y más bilingües de inglés o alemán!