Evaristo Torres Olivas
lunes, 8 de abril de 2013
Oler a chotuno
La Iglesia ha fichado a un buen especialista en márquetin y
propaganda: Francisco, el papa. No sé si con la ayuda del Espíritu Santo— que
procede del Padre y del Hijo, según unos y sólo del Padre según otros—o con la
de un equipo de sociólogos y expertos en demoscopia. Cualquier entendido en
vender humo sabe que para colocar un producto hay que encontrar un
mensaje sencillo, único, un eslogan que automáticamente te haga recordarlo. Una
vez encontrado, hay que repetirlo miles de veces: porque el mejor mensaje del
mundo, si no se repite machaconamente, se olvida. Si a Juan Pablo segundo, te
quiere todo el mundo, se le recordará por su afición a besar el cemento de los
aeropuertos, y a Benedicto, Ratzinger, por intelectual, cultivador de la
teología (una rama de la ciencia ficción) y por
sus zapatos colorados de 400 euros el par, a Francisco lo quieren
colocar en el nicho de mercado de los pobres, del lumpen. Ya en la investidura, o como se llame el acto
de toma de posesión, renunció al armiño y al oro. Después, abonó la cuenta del
hotel vaticano—o residencia—en el que se alojó (magnífica puesta en
escena, porque los cardenales nunca pagan
nada de su bolsillo, ni cuando viajan por “trabajo” ni cuando lo hacen por
placer). La última cuña de la campaña publicitaria de Francisco ha consistido
en lavarles y besarles los pinreles a doce adolescentes en una cárcel de
menores, “entre ellos dos muchachas, una católica y otra musulmana”. Para
reforzar el mensaje, celebró después una misa en el Vaticano y en la homilía les
pidió a los curas que dejaran de lavarse, para oler a choto. Exactamente dijo
que fueran “pastores con olor a oveja”. Será todo lo metáfora que ustedes
quieran, pero Francisco sigue considerando que las personas son un hatajo de
borregos. Pero lo importante en todo esto es que no hay que acompañar con
hechos las palabras. Lo mismo que los mejunjes azucarados que te joden la salud
se anuncian como chispa de la vida, la Iglesia puede predicar la pobreza y seguir estando al lado
de los poderosos, igual que lo lleva haciendo
desde que se inventaron el negocio de la venta de humo.
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A samugazos
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