Evaristo Torres Olivas
martes, 5 de febrero de 2013
El país de la trampa total (3)
Vistos los casos del fontanero trincón y del profesor
columnista a tres mil euros la entrega, ahora le toca el turno al servilleta
que llega a mantel: Urdangarin. Un tipo grandullón, de pocas luces, el duque
em-Palma-do. Tenemos un sistema político que no solamente mantiene al rey sino
también a la reina y a toda la prole. Y no solamente mientras los hijos son
menores, sino durante toda su vida.
Urdargarin, con la guita que le soltamos los españoles a él y a la infanta,
podía llevar una vida relajada sin dar palo al agua. Alguna inauguración, dar
su nombre a alguna fundación, fotografiarse con los niños enfermos y pobres,
salir en las revistas de colorines. Pero no, Urdangarin quería más. ¿Y qué
hizo? ¿Se puso a estudiar? No. Un duque no necesita estudiar cuando puede
sablear al personal y si se niegan a sus sablazos les amenaza con eso tan
español de no sabe usted con quién está
hablando. Y cuando se descubre el pastel, milagrosamente le contrata
Telefónica y lo envía a Washington. Y llega a pagarle un millón de euros de
salario. A un señor, por llamar de alguna manera al em-Palma-do, que fuera del
balonmano no tiene ninguna experiencia laboral, pero sí muchos enchufes y
conexiones por ser el marido de la hija de un señor que caza elefantes. Una gente, una familia, que deberían ser
ejemplo de honradez, que dicen que su misión es vender la marca España y lo que
consiguen con su comportamiento tan poco ejemplar es que no nos compren ni en
un tienda de todo a un euro. Ondean la bandera de España y se llevan las perras
a los bancos suizos o al paraíso fiscal de Belice. Menudo patriotismo de los
cojones. Su modus operandi no difiere
mucho del que tienen los raterillos y estafadores de poca monta, salvo en la
cuantía de los estafado, que en el caso de los urdangarines y adláteres suma
muchos miles de euros. Y no tuvieron ningún escrúpulo, ni siquiera para
utilizar en beneficio propio una fundación destinada a la ayuda a niños
discapacitados. Todo esto, claro, presuntamente, que es lo que hay que decir
para no meterse en problemas y respetar la presunción de inocencia de todos,
también la de los consortes empalmados. Pero está imputado por los siguientes
delitos: prevaricación, malversación,
fraude a la administración, falsedad documental, blanqueo de capitales, y
delito fiscal.
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A samugazos
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