“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 15 de octubre de 2012

El tonto de la ducha de colorines

Con ese título no quiero insultar a nadie: el tonto de la ducha de colorines soy yo. Incluso podría llamarme el tonto de los cojones sin tampoco ofender a nadie, al contrario que Pedro Castro, exalcalde de Getafe,  que se preguntó, insultando en voz alta “¿por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?”.  Yo no voto a la derecha pero sí me compro alcachofas de ducha de colorines. Además, con el agravante de que un día antes de la compra  había asistido a una conferencia en la Universidad de Teruel en la que el ponente, al que yo aplaudí,  nos recomendaba que para enfrentarse al capitalismo había que descomplejizarse, destecnologizarse y reruralizarse. Y también he leído muchos artículos sobre la compra compulsiva y otros que nos advierten de  cómo nos inducen a comprar chismes que no necesitamos. Pues con todo eso, entro al Aldi y me gasto las perras en una chorrada que en el envoltorio se anuncia así: Teleducha con luz LED. Ocho diodos luminiscentes generan efectos luminosos brillantes en siete colores. No necesita baterías. Llego a casa, quito la vieja alcachofa que tan buen servicio me había dado e instalo la nueva. Abro el grifo y me quedo mirando cómo salen los chorritos de agua y las lucecitas que cambian de color cada cinco segundos.  Al minuto, ya me he cansado del chisme y pienso: hace falta ser gilipollas para comprar esta porquería. No tiene ningún interés, menos que el gato chino ese que mueve el brazo. Si estás debajo de la ducha no ves las luces y si te apartas para ver las luces, no te duchas; si dejas el cuarto de baño a oscuras para ver el efecto de las luces, corres el peligro de descalabrarte. Tiene menos utilidad que un ventilador-calculadora, un bolígrafo- palillo o una agenda con radio. Aunque,  ahora que lo pienso, la alcachofa me costó diez euros, y las luminarias de la plaza del Torico, mil quinientos cada una. Nos habríamos ahorrado muchos cientos de miles de euros instalando duchas de colorines en lugar de unos leds carísimos. Con la ventaja de que las duchas funcionan y no gastan electricidad. Y los leds del Torico nunca han funcionado correctamente y sí chupan corriente. El efecto puticlub es el mismo en ambos casos. Porque no quiero insultar, que si no diría que los hay más tontos de los cojones que yo.

Evaristo Torres Olivas 

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