“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

miércoles, 2 de mayo de 2012

El monstruo

El viernes pasado me fui a ver el monstruo.  El edificio de la plaza Domingo Gascón. El engendro. Quienes lo han diseñado y quienes lo han pagado son los peores enemigos de Teruel.  Ni a mala leche se puede hacer peor. Por si Teruel no tuviera suficientes cuestas, estos enemigos de Teruel han convertido un terreno plano en el centro de la ciudad en un espacio lleno de chepas y granos. A Teruel le ha salido un grano, un absceso en el culo. Por fuera parece una chatarrería, una estructura de un edificio sin acabar, un barco desarbolado, destartalado. Este es el monumento, junto a las luces del Torico, que nos ha legado la nefasta bicefalia de  Iglesias/Biel (aunque más que bicefalia habría que llamarla acefalía o descerebración). Pero como los nuevos mandarines de la ciudad, de la provincia y de la región han tenido que pactar de nuevo con el PAR, no se atreven a llamar a las cagadas de Biel por su nombre y el alcalde pepero de Teruel opina del monstruo que “para gustos, los colores. Habrá a quien le parezca perfecta, como al arquitecto, y quien esté en contra”. También le parece que el engendro es “rompedor”. Y en eso tiene razón: rompe la perspectiva de la plaza, rompe los nervios de los ciudadanos y romperá más de una pierna de los  abuelos, con tanta cuesta y tanto bordillo. Se han gastado 7,5 millones de euros de dinero público, se ha tenido atascada la plaza durante tres años y medio, causando todo tipo de perjuicios a los ciudadanos, especialmente a los comerciantes que tienen sus negocios ahí, y todo para no saber qué utilidad se le va a dar al puto edificio ni quién lo va a gestionar. Debería haber algún mecanismo para que los ciudadanos pudiéramos desahogarnos  contra los abusos de los gobernantes ineptos. Se me ocurre, por ejemplo, que una vez al año, a los responsables de desaguisados se le obligue a desfilar por la ciudad con túnicas blancas y orejas de pollino para que los pagadores de impuestos les podamos lanzar confetis de colores, salsa de tomate y puñados de harina, además de cantarles alguna jotica alusiva a sus fechorías. Algo habrá que hacer para echar fuera a tanto inútil.

Evaristo Torres Olivas

2 comentarios:

Trallero dijo...

Es una deformidad que agrede, hiere a la vista, al bolsillo, a la integridad de la persona. Me compadezco de los vecinos; abres la ventana una mañana soleada, sales a la calle y te encuentras con semejante estantigua, todos los días. Ha nacido el "squaring".

Eto dijo...

La verdad es que el edificio acojona. Algunos padres amenazarán a sus hijos con encerrarlos en esa mazmorra si no se comen la sopa.