Evaristo Torres Olivas
lunes, 13 de febrero de 2012
Ni tuerta
A Garzón le han puesto en su sitio. Por unanimidad. Siete hombres justos. Impecable la sentencia. Se ha hecho justicia. Con todas las garantías. La ley es igual para todos. Esos son algunos de los argumentos de los que querían ver a Garzón, el electrón libre, la mosca cojonera, el juez estrella, fuera de de la judicatura. Los partidarios de Garzón opinan todo lo contrario: que la sentencia es un despropósito, que los jueces lo tenían sentenciado desde hace años, que si se han vengado por envidia. En definitiva, y simplificando, que la derecha se alegra y la izquierda está triste. El PSOE, que es derecha con mechas de izquierda, cuando el GAL maldecía a Garzón y ahora con lo de Gürtel le aplaude. Nada nuevo bajo el sol. Las personas somos así: tenemos que pertenecer a algo, a un partido político, a un equipo de fútbol, a una peña taurina o a un club de bailes de salón. Y aquello a lo que pertenecemos es lo mejor, lo defendemos a muerte, sin ningún tipo de lógica ni de razonamiento objetivo. Es lo que se llama el “forofismo, el “viva er Beti manque pierda”. Cuando se trata de asuntos sin importancia como el fútbol, los fans de Bisbal o el club de amigos de Angelina Jolie, puede ser divertido. La cosa no tiene tanta gracia cuando afecta a derechos de las personas y una decisión tomada desde la irracionalidad del forofo puede joderle la vida a la gente. De acuerdo que el Derecho no es una ciencia exacta; de acuerdo que los jueces están ahí para interpretar las leyes; de acuerdo también que deben prevalecer la opinión y el criterio de los expertos sobre los de los legos. El problema surge cuando las conclusiones a las que llegan diferentes expertos no difieren en pequeños matices sino que son diametralmente opuestas. Entonces, una de dos, o la ley es una porquería que permite decir una cosa y su contraria sin infringirla o bien que los intérpretes de la ley se guían no por la imparcialidad y la independencia sino por el “forofismo”. Y esto es lo que ha sucedido en el caso del juez Garzón. Para algunos, la sentencia de 68 páginas de los siete magníficos es un ejemplo de razonamiento jurídico; para otros expertos magistrados, fiscales, catedráticos de derecho penal y abogados, la sentencia es una aberración. Cuando estas cosas suceden, algo va mal en la justicia de este país. Ya no es que no sea ciega; es que ni siquiera es tuerta.
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A estacazo limpio
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2 comentarios:
La ley es clara: Sólo se pueden ordenar escuchas en casos de terrorismo. Además se escuchaban las conversaciones entre abogados que iban a ver a imputados que estaban en la cárcel, a recabar información para preparar la defensa de sus clientes, es decir, no sólo la conversación del abogado con su cliente sino la de otro abogado con esa misma persona. Todo lo demás es manipulación política.
Ay, juez Garzón, por un lado en su juzgado se estaba conociendo de asuntos que atañían al Banco de Santander, y por otro, le pedía dinero a Botín para sus cursos en N.Y.
Botín aportó y fue exculpado (que malintencionado que soy). ¿Por qué no te inhibiste, Garzón?
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