Mayte apuesta y Antonio visita

Echen un vistazo a las dos fotografías que ilustran esta columna. Ahora que la ley no permite inaugurar nada, los socialistas de Teruel se han puesto a buscar alternativas para seguir haciendo propaganda. Para ello necesitan la complicidad de los medios afines. Y más afín que el Diario de Teruel no hay ninguno. Es tan afín que los que lo presiden son los mismos que salen en la foto. Siguen haciendo lo mismo que hace unos días, sólo que en lugar de inaugurar, visitan o apuestan. Antonio visita y Mayte apuesta. Ya es casualidad que cuando lo hacen, hay un fotógrafo cerca. O dos, como se puede apreciar en la primera fotografía: el que hace la instantánea y el que aparece al fondo apuntando con la cámara. La cosa funciona de la siguiente manera: la oficina de prensa del PSOE llama a los medios y les dice: a las diez, Antonio va a visitar y a las once Mayte apostará. Enviad al Robert Capa o a la Gerda Taro de la redacción para que se entere todo el mundo que su amor es muy profundo. No se trata de un ruego sino de una orden. El director del periódico no tiene la posibilidad de valorar la importancia del acontecimiento y decidir si la visita de Antonio Arrufat o la apuesta de Mayte Pérez tienen algún valor informativo. Esas chuminadas o pijadas que enseñan en las facultades de periodismo se las pasan los políticos por el puturrú de fuá. Tiene razón la periodista aragonesa Rosa María Artal cuando escribe que los medios actúan como oficinas de prensa de los partidos políticos en permanente campaña electoral. El Diario de Teruel es el álbum de fotos de la familia política que preside la Diputación. Sirve para recoger, guardar y difundir las fotos de las  excursiones de los miembros de clan,  pagadas con dinero público. Es un órgano de propaganda que cumple los once principios que formuló Goebbels, especialmente el principio de vulgarización (“Toda pro­pa­ganda debe ser popu­lar, adap­tando su nivel al menos inte­li­gente de los indi­vi­duos a los que va diri­gida. Cuanto más grande sea la masa a con­ven­cer, más pequeño ha de ser el esfuerzo men­tal a rea­li­zar. La capa­ci­dad recep­tiva de las masas es limi­tada y su com­pren­sión escasa; ade­más, tie­nen gran faci­li­dad para olvidar”) y el del silencio (“Acallar los asuntos sobre los no se tie­nen argu­men­tos y disi­mu­lar las noti­cias que favo­re­cen al adver­sa­rio; contraprogramar con la ayuda de medios de comu­ni­ca­ción afines”).

Evaristo Torres Olivas