“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 28 de abril de 2011

El functor Tor, Azorín y la bicicleta de Anacleto


 Los malos políticos son aquellos que sueltan siempre la misma monserga. Como los malos estudiantes. Esto me hace recordar a un profesor de literatura, don Félix Sáenz. Lo admiraba por muchas cosas: porque era un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra. Impartía sus clases a unos mamelucos de sexto de bachiller, entre los que yo me encontraba. Ya era mayor y recuerdo su traje ajado y su leve sordera, de la que intentábamos aprovecharnos. No hacía exámenes como los demás: don Félix nos animaba a salir voluntarios a exponer la lección del día y con cuatro veces que se saliera voluntario, ya era suficiente para aprobar la asignatura. Pero también era tolerante: si no te habías estudiado la lección del día, podías elegir cualquier otra de cualquier otro día. Si tocaba Unamuno y no te lo sabías, podías decir: don  Félix, que Unamuno no me lo sé pero si quiere le hablo de Azorín y sus obras. Y don Félix contestaba, adelante, muchacho, adelante. Más de uno nos pegamos todo el curso largándole a Azorín y sus obras. También recuerdo que don Félix estaba muy orgulloso de su hijo, José Félix. El tiempo demostró que tenía razón: José Félix, recientemente fallecido, era una matemático notable y fue secretario general del PSOE aragonés. Aún recuerdo cómo su padre pronunciaba con admiración el título de la tesis doctoral que iba a defender su hijo. He olvidado el título completo pero no dos palabras que a mí me impactaron mucho entonces: el functor Tor. Para un chaval de 16 años, que alguien escribiera una tesis sobre algo llamado functor Tor era motivo de admiración. Desde entonces, cada vez que veía entrar a don Félix en el aula, me venían a la mente las palabras functor Tor. También me pasa lo mismo cada vez que veo a mi tío Antonio. Cuando yo era crío, mi tío repetía con frecuencia unas palabras cacofónicas de su primer libro de lectura en la escuela: Anacleto tiene una bicicleta y su tía Clotilde clama. Les cuento todo esto porque cuando leo y escucho a Vicente Guillén, me da la sensación de que me recita siempre la misma monserga de Azorín y sus obras. Y si veo en las fotos del Diario de Teruel a Mayte Pérez y a Antonio Arrufat, me imagino a Clotilde clamando y a Anacleto en su bicicleta. Pero ninguno despierta la admiración que sentí por el padre del hijo que escribió una tesis sobre Tor, el functor.

Evaristo Torres Olivas



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