“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 20 de enero de 2011

Estar en el secreto

Cuenta Juan Eslava Galán, en su libro De la alpargata al seiscientos, que al embajador en el Vaticano, Joaquín Ruiz-Giménez, le llamaban sus compañeros diplomáticos embajador del Vaticano ante el Vaticano por su acendrado catolicismo. Por lo visto, don Joaquín se lo creía todo de verdad. En cierta ocasión, ante las muestras de fervor de don Joaquín, un cardenal le preguntó a otro gerifalte: este don Joaquín ¿es creyente de verdad o está en el secreto? Se refería el cardenal al secreto de la Iglesia: que todo es mentira. Ese mismo cinismo observo en muchos dirigentes del PSOE. Entre lo que dicen y lo que hacen hay un abismo. En los mítines, en sus programas y en sus intervenciones públicas, tiran de “libro sagrado” y de historia del partido para decirnos que están al lado de los pobres, de los que sufren y para ello recurren a los hechos de los apóstoles san Pablo Iglesias, san Francisco Largo Caballero, san Indalecio o san Julián. Pero su comportamiento es totalmente diferente. Al igual que la Iglesia, que sabe muy bien que una cosa es predicar y otra dar trigo, el PSOE y sus dirigentes se colocan del lado de los bancos, los mercados, los poderosos, para aprobar leyes que les favorecen, destinar el dinero de nuestros impuestos a pagar sus deudas de casino financiero, jubilar a los trabajadores dos días antes de que se mueran o echarlos del trabajo y que revienten. Y al igual que los dirigentes de la Iglesia, que viven en palacios episcopales y tienen sus chalés castelgandolfos para pasar los “findes” y las vacaciones, muchos políticos socialistas se comportan como golfos para construirse casas que parecen catedrales, viajar en Audis y Bemetas con asientos de cuero y aferrarse al sillón de por vida. Estoy convencido de que si alguna vez algún militante fervoroso, de esos que se lo creen todo a pie juntillas, se acerca a Zapatero en un mitin para elogiar su discurso y su defensa de la causa de de los más humildes, don José Luis se acercará a José Blanco o a Marcelino Iglesias y les preguntará en voz baja: ¿éste es creyente de verdad o está en el secreto?

Evaristo Torres Olivas

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