“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 8 de noviembre de 2010

El decir y el hacer

Benedicto ha venido a España y ha desenterrado el hacha de guerra. Reconozco que me dan miedo las personas como Ratzinger. Bajo el aspecto de un anciano bondadoso, de voz débil, se esconde un intransigente, un iluminado que se cree que sólo él tiene razón y todos los demás están equivocados. En lugar de echarle la culpa a los demás de lo que él llama “laicismo agresivo o anticlericalismo”, podría echar un vistazo a la viga que tiene la Iglesia en los ojos. Se suele decir que uno recoge lo que siembra y la Iglesia no ha hecho más que sembrar cizaña a lo largo de la Historia. Que no espere recoger trigo. Pocas organizaciones cuentan con la infraestructura de la Iglesia. En cada barrio de cada ciudad cuenta con uno o varios locales; en el pueblo más remoto de la geografía, podrán faltar redes de comunicación, servicios médicos o incluso escuela, pero no falta una Iglesia. Y si a pesar de eso, el número de socios baja, algo estarán haciendo mal. Yo comparo a la Iglesia con los extintos “paraísos” comunistas. Tanto una como los otros parten de una teoría atractiva: amor, fraternidad, justicia, solidaridad, atención a los más débiles y necesitados. Los paraísos comunistas en Europa se fueron a la mierda porque entre el mensaje y la práctica había un abismo. Los gerifaltes del comité central vivían en sus cómodas dachas rodeados de lujos, mientras que el pueblo apenas tenía cubiertas sus necesidades básicas, en un régimen autoritario y antidemocrático. La propaganda no fue capaz de enmascarar la realidad. A la Iglesia le pasa lo mismo. El atractivo del mensaje evangélico se ve empañado por la praxis del “comité central”, El Vaticano. Entre lo que dicen y lo que hacen hay una enorme distancia y a pesar de la propaganda, no logran engañar a la gente. Tal vez habría menos disidencias en la Iglesia si todos los ejemplos fueran como los de Vicente Ferrer, Ignacio Ellacuría o Pedro Casaldáliga. La credibilidad se la gana uno, no se puede exigir a base de sermones y a golpe de hisopo. Hay que predicar con el ejemplo. Y el ejemplo del Papa y Jefe del Estado Vaticano no convence mucho. Que no exijan fe, cuando uno ve lo que ve. Y lo que no se ve, aun debe ser peor.

Evaristo Torres Olivas

2 comentarios:

Luis Antonio dijo...

Totalmente de acuerdo con todo lo que has escrito. Sólo sumaría a los ejemplos que "salvas de la quema" a algunos grupos de cristianos de base que están llevando a cabo labores de carácter social encomiables y con relativo, por no decir escaso, apoyo de la jerarquía

Anónimo dijo...

Sí, el problema de este hecho radica, sin desmerecer un centímetro las actividades de estos grupos (que alguno conozco), en que gente con muy buenas intenciones, por mucho que "pasen" de la jerarquía católica y sus manejos, a menudo acaban haciéndoles caso y asumiendo su autoridad, pues parten del hecho de que hay un dios y de que esa jerarquía que no les gusta es, legítimamente, la que debe controlar la comunidad humana afecta a ese ser de leyenda, lo cual castra su acción antes o después, por desgracia. O se van o se someten.
Saludos