“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

Quien parte y reparte

Los predicadores de los partidos políticos, cada vez que les descubren un pufo, y ya van muchos, siempre contestan lo mismo: que en todas las familias hay manzanas podridas y bla, bla, bla. Eso puede valer como excusa una vez, dos, tres, pero cuando el goteo de la corrupción es diario e incesante, esos argumentos se tornan inadmisibles. Soluciones hay muchas, y al alcance de cualquiera con sentido común. Pero su puesta en práctica en muy difícil debido a que los que deberían apoyarlas son los mismos que se benefician de la situación actual. Julián Casanova, un historiador prestigioso, muy citado y admirado por algunos políticos cuando les conviene, ofrece un buen diagnóstico de la situación. En una reciente charla afirmaba: “El sistema de partidos políticos, con listas cerradas y que rara vez tienen en cuenta a ciudadanos que no están en sus filas, es un tremendo error, que alimenta la estrechez de miras, el amiguismo y la corrupción”. Ser corrupto en España es muy sencillo. A lo señalado por Casanova, se une la voz de Ángel Garcés, profesor de Derecho Administrativo, cuando apunta “que las obras públicas constituyen un foco de corrupción, pues se trocea, se fracciona el objeto del contrato, con objeto de permitir la adjudicación directa”. Sale a la luz una parte ínfima de la corrupción. Nos enteramos solamente de alguna de las gordas. Pero en todas las instituciones, desde el pequeño municipio, la agrupación del partido, la gerencia de una pequeña empresa pública, se cometen actos corruptos de todo tipo: nepotismo, comisiones, o meter directamente la mano en la caja. A la falta de transparencia y permisividad de la legislación se unen la indiferencia del ciudadano, que asume como algo normal que gobernar y robar son inseparables—quien parte y reparte, se lleva la mejor parte—. “No entiendo”, dice Ángel Juanes, presidente de la Audiencia Nacional, “que haya en cualquier localidad casos de corrupción y que la persona implicada salga otra vez elegida”. Y en Teruel no somos ajenos a estas prácticas corruptas. En esta tierra nació Demetrio Carceller, “el iniciador de la corrupción en gran escala generada por el franquismo”, según consta en el excelente artículo publicado en estas páginas por José Ramón Villanueva.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 1/12/2009 NO PUBLICADO

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