“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

La democracia

Supongamos que en unas elecciones votan el cincuenta por ciento de los ciudadanos con derecho a voto, caso nada exagerado que ha ocurrido y ocurre en varios países “democráticos”. Supongamos que de ese cincuenta por ciento, la mitad votan sin haber leído los programas de los partidos que se presentan, supuesto muy posible. Supongamos que el partido que gana las elecciones lo hace con el cincuenta y uno por ciento de los votos, lo cual es ser muy generoso. Supongamos que el cincuenta por ciento de los votantes del partido ganador hubieran preferido a otros candidatos de la lista pero al ser éstas cerradas, no han tenido opción. Se podría continuar con otros supuestos, como por ejemplo aquellos votantes que de haber sabido que el partido ganador no cumple el programa que prometió, no le habrían votado. Sin considerar esta última posibilidad, haciendo la cuenta de la vieja obtenemos que los candidatos elegidos representan la voluntad total y absoluta de seis de cada cien ciudadanos con derecho a voto. Y si consideramos que la voluntad de los ciudadanos se manifiesta solamente el día de las elecciones, una vez cada cuatro o cinco años, nos podremos hacer una idea de lo que pintamos los ciudadanos en las decisiones que se toman. Y no hablemos de otras consideraciones que complicarían aun más el asunto, como por ejemplo que un partido con tres veces más votos que otro obtiene solamente un tercio de los escaños. Ni tampoco de aquellas instituciones que están dirigidas por personas que nadie ha elegido, como son diputaciones, comarcas, etc. Si se hilara más fino, nos podríamos encontrar con que los que dirigen el cotarro solamente representan a menos del uno por ciento de la población: al Tato y dos más. Claro que comparado con las dictaduras, en las que el porcentaje alcanza el cero por ciento, el sistema democrático liberal supone un gran avance. Pero no tanto para que nuestros políticos se pongan gallitos cacareando que representan al pueblo y que el pueblo ha querido que ellos estén ahí. Como habrán comprobado, yo también soy capaz de elaborar un discurso demagógico. Como el cincuenta por ciento de los políticos. Es un suponer.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 30/10/2009 NO PUBLICADO

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