“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

Juan Palomo

Ha hablado Carlos Solchaga. En una entrevista a la revista Vanity Fair, el ex ministro de Industria y de Economía, le da un tirón de orejas al presidente Zapatero. Yo no soy forofo de Solchaga. Un señor que presumía en su día de que en España uno se puede hacer rico en cuatro días, no merece mi admiración. Solchaga, el padre del pelotazo. Pero en la entrevista cuenta algunas cosas con las que estoy de acuerdo. Acusa a Zapatero de “presidencialista”, le recuerda que el Gobierno es un órgano colegiado de toma de decisiones, no unipersonal y le aconseja delegar responsabilidades. También afirma que "una de las facetas más importantes que denotan la capacidad de un dirigente es tener mejores colaboradores que uno mismo sin temor a que le hagan sombra”. Tiene mucha razón el de Tafalla. Durante los más de veinte años en los que me dediqué profesionalmente a la función de Personal en varias empresas, pude comprobar cómo en numerosas ocasiones los Directores Generales o los Directores de Departamento, optaban por contratar a personas que en las entrevistas de selección no eran los candidatos que más destacaban. La única explicación estaba en lo que Solchaga llama “hacer sombra”. Los jefes inseguros y que quieren perpetuarse en el cargo, creen que un mediocre no los pondrá en cuestión ni querrá optar a ocupar su lugar. La misma actitud he podido observar en instituciones públicas, ya sean ayuntamientos, diputaciones o partidos políticos. Los jefes de esas organizaciones suelen rodearse de segundones que no les lleven la contraria ni pongan en entredicho su desempeño. También se olvidan con demasiada frecuencia que esas instituciones no son la casa de Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como, sino organizaciones en las que las decisiones las toman órganos colegiados. Un concejal, un ministro o un miembro de la ejecutiva de un partido, no es ni el secretario ni la chacha del alcalde, presidente del Gobierno o presidente del partido. Con ese proceder lo único que consiguen es que muchas empresas e instituciones públicas estén dirigidas por mediocres y que el proceso de toma de decisiones se parezca más a los métodos de una dictadura que a los que deberían regir en una democracia.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 19/10/2009 NO PUBLICADO

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