“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

Hinchapelotas

Si usted abre cualquier periódico, leerá artículo tras artículo de propaganda, de declaraciones de políticos que nos dicen lo buenos que son y lo mucho que se preocupan de nosotros. En las fotos los verán sonrientes, en primera fila, plantando árboles, inaugurando ferias, entregando premios. Como eso es lo que hay, me niego a seguir los consejos que me han dado más de una vez. Estos consejos, bienintencionados quiero creer, son de dos tipos. Unos apuntan en la dirección de que no me cebe con los políticos, que en el mundo también hay ingenieros, pasteleros y maquinistas de tren y seguro que también tienen sus cosas contra las que podría arremeter. Los otros me piden que no hable siempre mal, que regale de vez en cuando un ramo de flores, un abrazo o una caja de bombones. Y yo me niego a ese juego, por principio y por principios. Entiendo que frente a las excreciones de la propaganda, el autobombo y las recetas de los gabinetes de prensa y las campañas de marketing, debo aportar mi deposición para equilibrar un poco la balanza, aunque sea en cantidades homeopáticas. También influye en mi actitud un hecho generacional: a los veinte años era rebelde, contestatario, tocahuevos e hinchapelotas. Y ahí sigo. Estancado. Sin evolucionar. Considero que mi deber como ciudadano es fijarme en lo que me rodea, colarme entre los intersticios de las barreras que protegen a los poderosos, retratarlos en calzoncillos o en bragas y sacar la mierda que se esconde debajo de tanta alfombra roja o detrás de tanta fachada encorbatada y tanto tul ilusión. Sé que no sirve de mucho, debido a la desproporción entre una bosta de elefante y una cagadita de mosca. Soy consciente de que con mi escopeta de corcho no le causaré ni siquiera un rasguño al paquidermo. Pero no importa, me sirve para liberar adrenalina y dormir a pierna suelta por las noches; me resulta mucho más económico y cómodo que el puénting, el rafting, el góming o el péloting. Cada cual tiene sus preferencias, sus gustos, sus manías y sus contradicciones. Y en cuanto a regalar flores, besos y bombones, lo dejo para la intimidad, como Aznar con el catalán.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 13/11/2009

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