“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

domingo, 10 de enero de 2010

Clemenceau y los pedos

Con un par, avec une paire, Monsieur le président de la République. Pequeño pero matón, el Sarkozy. Si hace falta se sube a una banqueta para repartir hostias. La última del petit Nicolas ha sido mangonear para colocar a su hijo de 23 años en la presidencia del consejo de administración de un organismo público, el Epad, encargado de ordenar y regular el mayor barrio de negocios de toda Europa: La Défense. El retoño, que se llama Jean, tiene veintitrés tacos y está en tercero de Derecho. Joven aunque no sobradamente preparado. Un JANSP. Los lectores que tengan hijos de esa edad echarán espuma por las orejas cuando constatan que a sus hijos, en las entrevistas para un puesto de fotocopiador en colores, archivador de facturas o repartidor de cafés, les exigen dos carreras, máster del universo, tres idiomas y manejo de herramientas informáticas en entorno “Güindos” y todo por el módico salario de quinientos euros al mes, mientras que al hijo del pequeño gran hombre lo nombran capitán de la tropa gabacha de La Defensa. En los papeles franchutes que he leído estos días, llama la atención, una vez más, la porquería en que se ha convertido la política. Más que el nepotismo de Sarkozy, produce arcadas la bajeza de los miembros del partido y de los ministros de la derecha, justificando la elección del hijo del jefe y elogiando su trayectoria democrática. Algunos han llegado a decir que a esa edad Napoleón era general en Egipto y la Bardot ya enseñaba el ombligo en las pelis. Nadie se atreve a enfrentarse al rey, nadie tiene huevos de decirle al rey que está desnudo. Todos le ríen la gracia y alaban su infinita sabiduría. Actuaciones despóticas, censurables por cualquier persona con sentido común, son para el rebaño de aduladores que rodean a los poderosos, una demostración de la grandeza de la democracia y de la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Decía Clemenceau de su jefe de gabinete: “es tan tonto que yo me tiro los pedos y él apesta. La política está llena de imbéciles interesados, dispuestos a ponerse ellos colorados por los pedos que se tiran sus jefes. La política huele mal. Une merde.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Enviado DdT 14/10/2009 NO PUBLICADO

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