Me ponen las elecciones. Mucho. Me gustaría que en los sistemas democráticos se celebraran elecciones todas las semanas. Sería la única manera de que hubiera transparencia de verdad. Cuando no hay elecciones, no nos enteramos de nada.
Fíjense ahora, con los comicios en Galicia y Euskadi, la cantidad de mierda que ha aflorado. Toda la trama de los espionajes del PP. Y las cacerías de Bermejo y Garzón. Y la ministra Álvarez que se va a Siberia a aprender cómo actuar cuando nieva.
Yo creo que los partidos tienen departamentos dedicados a estudiar las cagadas de los adversarios. Imagino sótanos en Ferraz y en Génova, a militantes y militantas con gafas de culo de vaso, pelo desaliñado y bata blanca, sentados frente a potentes ordenadores, rodeados de micrófonos, altavoces y los últimos gadgets inventados por la ciencia de la nanotecnología. Sobre las estanterías se acumulan cientos de informes en carpetas de distintos colores con títulos como tráfico de influencias, comisiones del ladrillo, nepotismo, cacerías, amantes. Una sección muy importante es la dedicada a la fabricación de rumores y bulos. Y otra, la de envíos, en la que a través de unos tubos muy sofisticados, provistos de encriptadores, filtros y membranas osmóticas, se envían los informes a los agentes encargados de introducirlos en el flujo sanguíneo de los medios de comunicación. Personaje clave en esta difícil labor es el encargado de administrar lo que Vicente Guillén llamaba en estas páginas el tempus político (en plural tempora, las que no hay que confundir con el culo). Es el responsable de decidir cuándo y cuánto- taza o taza y media- jarabe de palo se le administra al contrario. En periodos electorales, un buen trabajo del temporero o temporizador político puede hacer ganar las elecciones. Esas que a mi tanto me ponen.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Fíjense ahora, con los comicios en Galicia y Euskadi, la cantidad de mierda que ha aflorado. Toda la trama de los espionajes del PP. Y las cacerías de Bermejo y Garzón. Y la ministra Álvarez que se va a Siberia a aprender cómo actuar cuando nieva.
Yo creo que los partidos tienen departamentos dedicados a estudiar las cagadas de los adversarios. Imagino sótanos en Ferraz y en Génova, a militantes y militantas con gafas de culo de vaso, pelo desaliñado y bata blanca, sentados frente a potentes ordenadores, rodeados de micrófonos, altavoces y los últimos gadgets inventados por la ciencia de la nanotecnología. Sobre las estanterías se acumulan cientos de informes en carpetas de distintos colores con títulos como tráfico de influencias, comisiones del ladrillo, nepotismo, cacerías, amantes. Una sección muy importante es la dedicada a la fabricación de rumores y bulos. Y otra, la de envíos, en la que a través de unos tubos muy sofisticados, provistos de encriptadores, filtros y membranas osmóticas, se envían los informes a los agentes encargados de introducirlos en el flujo sanguíneo de los medios de comunicación. Personaje clave en esta difícil labor es el encargado de administrar lo que Vicente Guillén llamaba en estas páginas el tempus político (en plural tempora, las que no hay que confundir con el culo). Es el responsable de decidir cuándo y cuánto- taza o taza y media- jarabe de palo se le administra al contrario. En periodos electorales, un buen trabajo del temporero o temporizador político puede hacer ganar las elecciones. Esas que a mi tanto me ponen.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DDT 28/2/2009
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