“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

martes, 3 de febrero de 2009

Obama

Mientras los chuzos caían de punta sobre Gaza, todas las televisiones se concentraban en dedicar horas y horas a la investidura de Obama. Y muchos estuvimos frente al televisor para asistir a la jura de bandera del nuevo presidente, una mezcla entre una misa de campaña y un concierto de los cuarenta principales.
Y lo curioso es que el refrito me gustó. Una de las raras ocasiones en que los guateques políticos de los norteamericanos no me producen cierto repelús. Ver a Obama entornar los ojos mientras el predicador evangelista invocaba a Dios, parecía una reacción natural y sincera. Idénticos gestos por parte de Bush me hubieran merecido un comentario muy diferente. Lo mismo me sucede con algunos prebostes nuestros. Para no herir su sensibilidad, ahorraré contarles lo que pienso cuando escucho los rezos y los sermones de Rouco Varela.
Obama es un símbolo, un icono como se dice ahora. Ocupa el cargo en el que se concentra, supuestamente, el mayor poder del planeta. Echa por tierra todos los tópicos con los que los racistas se han cebado para denigrar a la raza negra. Obama es un hombre brillante intelectualmente, magnífico orador y sin un pasado que lo empariente con las grandes familias de los cacahuetes, el petróleo o la salsa de tomate. Además sucede a un wasp, Bush junior, que no es precisamente un dechado de inteligencia y modelo de virtudes. Ya se sabe, la limpieza resalta más cuando se la pone a lado de la suciedad. Eso lo saben todos los anunciantes de detergente. Quizás sea Aznar de los pocos que no compartan este diagnóstico.
Un larga travesía desde la cabaña del tío Tom hasta la mansión de la Casa Blanca; desde los barcos esclavistas en los que se alimentaba a los tiburones con sangre de africanos hasta el Cadillac blindado que entre sus “extras” incluye varios litros de sangre del presidente por si acaso; desde la explotación de los campos algodoneros del sur al mimo entre algodones del despacho oval; desde la humillación de ser llamado negro de mierda al respeto debido a mister the president. En el presidente Obama se simboliza la reparación de una injusticia secular en los Estados Unidos de América.
Barack Obama acaba de iniciar su mandato. Llegará a ser un buen o un mal presidente. Se verá sometido a las presiones y al mangoneo de los de siempre. Acertará y la cagará. Lo mismo que los blancos, a excepción de Bush que sólo tiene cagadas en su hoja de servicios o de ruta. Pero ya ha conseguido algo muy importante: devolver el orgullo a aquellos a los que se lo pisotearon. Y eso no es moco de pavo.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DDT 3/2/2009

No hay comentarios: