“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

lunes, 29 de diciembre de 2008

Supongamos

Supongamos que don Javier Arnal fuera director de un colegio mayor del Opus, el Miraflores por ejemplo. Si tal fuera el caso, me parecería bien que en el colegio mayor, don Javier colgara crucifijos por todas partes. ¿Por qué? Pues porque se trata de una residencia perteneciente a una confesión religiosa y cada cual en su casa propone y hace lo que le parece conveniente. Los que no profesen el ideario de ese colegio mayor, tienen la opción de irse a otro en el que se exhiba la efigie de Sócrates, de Pitágoras, del Che o simplemente una pared en blanco.
Supongamos que a mí no me gustan las procesiones de Semana Santa ni los tambores de Calanda. Supongamos que a don Javier no le gustan los desfiles del Día del orgullo gay. Tanto don Javier como yo, que somos personas tolerantes, durante los días que se celebran los acontecimientos que no nos gustan, evitaremos transitar por los lugares de esas manifestaciones. Total, son una vez al año y tenemos otras alternativas de ocio o de expresión de nuestras creencias.
Supongamos que las palabras de alcalde socialista de Zaragoza, señor Belloch a alguien le parecen una manifestación de prepotencia por decir que “mientras él fuera alcalde de la ciudad el crucifijo seguirá presidiendo el salón de plenos”. El señor Belloch, que es demócrata y cree en las leyes y además, antes de ejercer la política, fue juez, deberá respetar lo que decida la mayoría del ayuntamiento que preside y tendrá que acatar lo que dictaminen los tribunales.
Supongamos que declaro que la aseveración de don Javier “el crucifijo es un símbolo cultural, que recuerda nuestra historia, y a nadie ofende”, es falsa. Basta que deje constancia de que a mí me ofende para refutar su afirmación.
Don Javier Arnal en su tribuna del día 15 de diciembre, Cucifijos en paz, acude a argumentos muy débiles para justificar que los símbolos religiosos permanezcan en las escuelas. La diferencia entre una procesión de Semana Santa, los tambores de Calanda, los colegios mayores del Opus y la escuela pública, es que la asistencia a los tres primeros es voluntaria, al igual que ir a los toros o a un partido de fútbol. Son lugares y manifestaciones para forofos. La escuela pública, afortunadamente, no es ni voluntaria ni para forofos: es obligatoria y para todos. El Estado, siguiendo el mandato constitucional, debe garantizar la aconfesionalidad de las instituciones, sean éstas escuelas, ayuntamientos o residencias de ancianos. La escuela no debe impartir ideología ni favorecer a ninguna creencia religiosa. Debe formar a los niños en la pluralidad y el respeto y prepararles para que en el futuro ellos elijan libremente a qué club de forofos quieren pertenecer. Me parece muy pedagógico que en las clases de arte se exhiban las crucifixiones de Brueghel, El Greco o Velázquez, por poner tres ejemplos. Pero sobran en las escuelas y en otros espacios públicos lo que Mario Muchnik califica como “adefesios, torpes emblemas, horribles imitaciones cuya única pretensión es simbolizar la fe católica”.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
DDT 29/12/2008

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