Hace exactamente un mes, escribí en estas mismas páginas unas líneas para llamar la atención sobre un cartel que exhibía una conocida pastelería de la capital. El cartel pretendía anunciar la especialidad de la casa, la trenza mudéjar, en varios idiomas. No había ni uno que estuviera bien escrito.
Hoy he pasado por la pastelería y he comprobado, con enorme satisfacción, que han colocado un nuevo cartel, más bonito y con una traducción a los diversos idiomas que no produce ni vergüenza ni risa. Tan contento estaba, que me he comprado una trenza para celebrarlo. ¡Buenísima! Estoy seguro de que el dueño verá aumentada su clientela de guiris que ahora, al pasar por la puerta, se enterarán, en su idioma, que allí venden un dulce típico de Teruel. Es verdad que estamos en crisis, de enormes consecuencias. Hoy en un bar de mi pueblo, un señor resumía la situación de forma humorística: “la crisis es tan gorda, que hasta mis gallinas ponen menos huevos”. Pero puede estar seguro el dueño de la pastelería del centro, que aunque vengan menos visitantes extranjeros, los que pasen delante del escaparate se enterarán de que allí venden trenzas.
Son cosas de poca importancia, o de mucha, según se mire, pero me alegro de que unas líneas en un periódico puedan contribuir a que nuestra ciudad mejore. Ojalá todos fueran tan receptivos como los de la pastelería. Por ejemplo, los dueños de perros, los que se mean en las esquinas o los de las bolsas de plástico abandonadas en la calle, esas con las que a decir de Toni Losantos, Teruel “renueva su devoción a la diosa universal de la desidia”.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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