“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 4 de diciembre de 2008

La violencia

La violencia contra las mujeres es una lacra de nuestra sociedad. Atenta contra el más elemental de los derechos: el derecho a la vida y a la integridad física. No hay razón que la justifique. Ninguna. Todo lo que se haga para erradicarla debe ser apoyado por toda persona de bien. No valen ni las excusas ni las excepciones.
A veces, sin embargo, tengo la sensación de que con todos los esfuerzos que se están haciendo desde todos los sectores de la sociedad: políticos, sindicales, asociaciones, etc. no se progresa lo suficiente. Las mujeres siguen cayendo como moscas. Y no sólo las mujeres. Hay algo peor que maltratar a las mujeres- si es que se pueden establecer grados en la barbarie-: maltratar a niños y a ancianos. Afortunadamente, cada vez son más las mujeres que denuncian la violencia a la que son sometidas pero ¿qué pasa con los niños y los ancianos? ¿Cómo se les puede proteger?
Quizás el fenómeno de la violencia contra las mujeres habría que enmarcarlo dentro de la violencia en general. Cuando unos salvajes en una noche de juerga rompen los bancos y las farolas del parque, a lo mejor el siguiente paso es darle una paliza a un compañero de instituto y unas semanas más tarde pegarle fuego a un indigente que duerme en un cajero. Y a continuación propinarle una bofetada a la novia porque no le ha contestado a la llamada del móvil. No lo justifiquemos con que son cosas de jóvenes y que se les pasará cuando maduren.
No parece inquietarnos demasiado cuando en la televisión nos bombardean con películas y series violentas, de acción las llamamos, con efectos especiales, sangre a borbotones y explosiones en 3D, con sensorround y música cañera. Y nuestros hijos en primera fila y subiendo el volumen.
Tampoco parece que nos inquieta que nuestros retoños se pasen horas en la videoconsolas dando hostias a diestra y siniestra o estrellando coches a doscientos por hora. Que se entretengan las criaturas, decimos. Mientras están con la videoconsola, no nos dan la tabarra, pensamos.
Creo que hemos avanzado mucho en detectar las causas de la violencia, sus raíces culturales en muchos casos, especialmente en la violencia contra las mujeres. Pero las medidas que tomamos, me da la sensación de que son como pretender curar el cáncer con mercromina. Bienvenidas las leyes, la educación para la ciudadanía y el día contra la violencia a las mujeres. Pero no es suficiente.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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