“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 4 de diciembre de 2008

El resentido incapaz

En una metro reciente, escribía Toni Losantos, que los que critican al poder establecido, inmediatamente son tildados de envidiosos, incapaces y resentidos. Como a continuación me voy a despachar a gusto con nuestros políticos, empezaré por confesar que soy envidioso, incapaz y un puto resentido de mierda. Así les doy la crítica ya hecha.
Hay verdades de Perogrullo. Una de ellas es que cualquier sistema es tan sólido como la más frágil de sus partes. Dicho de otra manera: una cadena siempre se rompe por el eslabón más débil. Imaginen un sistema complejo como es un hospital. Ya puede tener los mejores cirujanos, internistas y cardiólogos, personal de enfermería y auxiliares expertos, que si la farmacia falla, el hospital será un caos. Normalmente esto no sucede. Cualquier puesto de trabajo en la sanidad pública es cubierto por personas que además de reunir los requisitos de formación y experiencia exigidos, son seleccionados con criterios objetivos mediante concursos, entrevistas u oposiciones. Una veterinaria no podrá ejercer de cardióloga ni un fontanero podrá ser enfermero.
Algo tan razonable y sencillo de entender, no sucede en política. Para ser político solamente se necesita ser mayor de 18 años. Con el carné de electricista se puede ser Ministro del Interior (Corcuera) y con el bachillerato, Ministra de Sanidad (Celia Villalobos).
Sé que algunos de ustedes, especialmente si son políticos, objetarán que el gobierno de unos pocos será gerontocracia, plutocracia o aristocracia, pero no democracia. Yo les respondo con la siguiente reflexión: ¿es antidemocrático que quien me opere de cataratas sea un oftalmólogo y no un taxidermista? ¿Es antidemocrático que para circular por las carreteras con un coche se exija el carné de conducir? En todo caso sería antidemocrático limitar los estudios de medicina o la obtención del permiso de conducir a un grupo, sexo o razas determinados. ¿Por qué entonces lo que es razonable para la medicina o la conducción no es aplicable a la política? ¿Acaso la gestión de lo público no requiere unos conocimientos y una capacitación especializados? ¿Gestionar es más fácil que pilotar un coche u operar de cataratas?
Por supuesto que hay niveles. No es lo mismo ser alcalde o concejal de un pueblo de 1000 habitantes que de uno de cinco millones; como no es lo mismo extirpar un quiste de grasa que realizar un trasplante de corazón. Los requisitos de entrada no deberían ser los mismos.
Teniendo en cuenta que los partidos políticos son unas instituciones privadas- aunque sujetos a la ley y a la Constitución- y que reciben legítimamente una pasta gansa del Estado para su mantenimiento y desarrollo, deberían ser ellos los que se ocuparan de formar y seleccionar a sus afiliados y simpatizantes para el desempeño de sus respectivas responsabilidades. Pero la realidad en España nos demuestra que los criterios que utilizan los partidos no se basan en aptitudes, formación y experiencia sino que obedecen a otros motivos menos confesables y que tienen que ver con las luchas internas por el poder y ambiciones personales. Así, podemos constatar cómo personas con un bagaje educativo elemental y escasa experiencia profesional, ocupan puestos de senadores, diputados, consejeros o directores de lo que sea.
En el caso de nuestra provincia, podemos comprobar la baja cualificación de nuestros políticos en sus intervenciones públicas. El Diario de Teruel publica artículos y tribunas escritos por algunos de nuestros representantes en los que en la mayoría de los casos se limitan a escribir-mal- o a repetir las consignas del partido y loas al jefe de turno. Y estamos de hablando de políticos que llevan varias legislaturas ocupando puestos importantes en las instituciones. Nuestros diputados y senadores nacionales, salvo una o dos excepciones, no han pasado de ser de infantería, de los de apretar el botón que les indican en cada momento, con escasas intervenciones y nula repercusión. Precisamente por ser Teruel una provincia con escasa población y poco peso en el ámbito nacional, los partidos deberían asegurarse de que los miembros que designan para representar a la provincia fueran personas de sólida formación, buenos oradores y solvencia profesional contrastada; capaces de suplir la escasa representación numérica que nos corresponde, con una representación cualitativa de excelencia. No hagamos de nuestros políticos el eslabón más débil del sistema.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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