Todo parece indicar que el próximo día 4, Obama ganará las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. El primer presidente no blanco de la historia de ese país. Claro, que negro negro, tampoco es. Barack es negro a medias. Fifty fifty. Los norteamericanos, que son muy teatreros, llorarán, agitarán banderas de barras y estrellas, desfilarán con bandas de trompeteros y tromboneros y el Obama pronunciará un discurso patriotero. Un discurso que siempre acaba igual en ese país de buenos oradores: “que Dios os bendiga y que Dios bendiga a América”.
El verdadero cambio, en mi opinión, se producirá cuando el presidente de EE.UU. se llame Torito Bravo o Flor Silvestre y sea descendiente del Gran Jefe Sioux Toro Sentado, el mismo que les untó el morro a los del Séptimo de Caballería comandados por el peliculero Custer. Torito Bravo, en su discurso, les hablaría de la Madre Tierra, del Hermano Sol y del Bisabuelo Río. Nada cambiará mientras los que mandan se sientan respaldados por un Dios vengativo que sólo los bendice a ellos, a sus misiles, sus tanques y su capitalismo salvaje. Lo que necesita el Imperio del Mal es un líder con pluma noble, discípulo del Jefe Seattle, el que le envío una carta al entonces presi rostro pálido y le dijo cosas como estas:” Pero, ¿cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podrían ser comprados?”. ¡Jao!
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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