“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Súbditos

En los años sesenta, un súbdito de mi pueblo- faltaban unos años para que nos consideraran ciudadanos- era capaz de describir las calles de Madrid, con sus escaparates, sus bares y sus casas de putas. ¿Y cuándo has estado tú en Madrid? le preguntaban. Nunca, pero me lo ha contado mi amigo Remigio y es como si hubiera estado yo. A eso se le llama tener confianza en el amigo. Claro que entonces no hacían falta papeles, ni firmas, ni picapleitos, ni asesores, ni pollas en vinagre. Bastaba la palabra dada. Y la palabra dada iba a misa. Ahora, si te fías, te joden. Unos mendas anuncian en un cartel gigante que te regalan el oro y el moro y cuando firmas el papel, te hunden para los restos porque en la letra pequeña del contrato-esa del tamaño de la última línea que señala el oculista para graduarte la vista y que no es capaz de leer ni Superman con su visión láser- te chulean, escribiendo que sólo es gratis el primer minuto y el resto son diez mil más impuestos, aparte la aportación a la mutualidad de chorizos sin fronteras. Y no te puedes borrar hasta que no haya crecido el pino recién plantado con el que te serrarán el traje de madera para el último viaje. Si quieres protestar, te remiten a un número de teléfono de esos raros en los que no te atiende una persona, sino una posición: “le atiende la posición veintidós, mi nombre es Virginia, ¿en qué puedo ayudarle? Le cuentas tu problema y te pasa con el servicio técnico; después de diez minutos de escuchar a Sisinio del Pozo y sus mariachis, una voz te indica que si tu problema es de facturación, pulses el uno, si es de interpretación de contrato, el dos, si de la junta de la trócola, el tres y así hasta que digas treinta y tres. Resumiendo, que por mucho que te cabrees, la posición no se inmuta, entre otros motivos porque, en el peor de los casos, suele ser una voz grabada, y en el mejor, una empleada o empleado de Tegucigalpa o de las afueras de Ksar el-Kebir, a los que tus amenazas les pillan un poco lejos. El lema de estas empresas es: “marea al tonto hasta que se canse y siga pagando”. Para los mendas de esas sucursales del mal, seguimos siendo súbditos a los que coger-en su acepción argentina- contra natura.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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