Me gusta la Ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. En su primera entrevista, publicada en el País del sábado 7 de junio, responde clara y concisamente a las preguntas del periodista. No recurre a los circunloquios ni a las evasivas a los que nos tienen acostumbrados muchos políticos, esos maestros en el arte de no decir nada en mil palabras. No se va por las ramas cuando afirma que “no se puede ser una potencia mundial con profesores “mileuristas””. Un investigador, con años de estudio y un brillante currículo, no puede cobrar dos duros mientras que un político con un historial académico y profesional que cabe en un sello de correos, se embolsa seis veces más. Un país moderno y justo no puede menospreciar de esa manera a nuestros mejores cerebros, encargados de la formación de las futuras generaciones, de desentrañar los misterios de las partículas subatómicas, de descubrir los mecanismos que desencadenan el cáncer, de buscar fuentes alternativas de energía, de indagar en los misterios del lenguaje, rastrear nuestros orígenes, de escrutar las fuentes del pasado. Todas estas actividades no pueden tener menos reconocimiento que pulsar la tecla verde o la roja, organizar el mismo festival de gaitas de todos los años, salir en procesión el día de la patrona o ponerse en la primera fila con cara sonriente para aparecer en el periódico del día siguiente. El “que inventen ellos” de Unamuno seguirá vigente por muchos años a no ser que empecemos a reconocer social y económicamente a nuestros investigadores. Ojalá lo consiga la Ministra Garmendia.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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