La democracia es imperfecta. La prueba: Italia. Berlusconi. Ese pedazo de fistro hace lo que le sale de los mismísimos. Desprecia a todo lo que se le pone por delante, ya sean jueces, mujeres, parlamentos o lo que le echen. Y sin embargo, gana elecciones. Democráticamente. Votado por los inventores del Ferrari, la mortadela, el queso de búfala, la pizza cuatro estaciones y los tortelini al dente. Gana una y otra vez. Joder, los italianos no son tontos. Y las italianas tampoco. No lo entiendo. Non capisci. Niente. Porca miseria. Con lo listo que es el Umberto Eco y lo bien que escribe aunque ninguno lo entienda. Y el Mastroinani y la Magnani. Y esas canciones, el sapore di mare, sapore di sale, y vamos juntos a Venecia, pasaremos de la mafia. Il Cavalieri de la cara dura y el pelo injertado al estilo de las muñecas de Famosa, el que mata moscas con los informes de las cumbres europeas, se pasa al pueblo soberano por la Via Apia. Italia lleva cincuenta años chutando con gobiernos de chichinabo más cortos que Pipino el Breve, que medía dos palmos y no era italiano. El único consuelo que me queda es pensar que la democracia nos jode de vez en cuando con un Berlusconi pero cuando no hay democracia, todos los dirigentes son Berlusconis. Eso quiero creer.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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