“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Los ultramontanos

No hay semana sin una o varias cartas de los ultramontanos. No cejan en su empeño de meternos a Dios por todas partes. Son más pesados que un collar de sandías. Siempre la misma solfa, a saber: a) que el gobierno de Zapatero es una caca de la vaca y b) que los demás perseguimos a los católicos. Escriben desde todas las provincias de España, menos de Teruel. Ya los puedes criticar, que ellos ni se inmutan. Como el que oye llover. Sueltan su mitin y se retiran a escribir el siguiente. En una carta al Diario de Teruel del día 7, don Jesús Domingo Martínez, de Gerona, nos repite por enésima vez que la sociedad persigue a los católicos, que los llama intolerantes. No hay manera de que cambien de partitura. Siempre haciéndose las víctimas.
La Constitución protege la libertad de culto. Las Iglesias siguen con sus ritos y sus ceremonias. Respeto total. Cada cual puede tener las creencias que quiera. El problema surge cuando la cúpula de la Iglesia, los altos mandos, el comité ejecutivo de obispos, la conferencia episcopal, la reunión de purpurados o de pastores, no se contenta con eso. Quieren seguir mangoneando como lo han hecho siempre. No les basta con lanzar consignas en sus locales y a sus socios. Quieren además que el resto de la sociedad también se haga forofa de su club. Quieren una escuela católica, una sanidad católica, un gobierno católico y una justicia católica. Y por ahí no. La fama de intolerantes se la han ganado a pulso. Si la tolerancia es el “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”, la Iglesia católica es la campeona de la intolerancia. No hace falta remontarse a varios siglos atrás. Basta echar un vistazo a lo que pasaba anteayer mismo: al “Glorioso Movimiento Nacional”, a la “Gloriosa Cruzada”. Tuvieras las ideas que tuvieras, había que tragar religión en la escuela, en la calle, en el trabajo. Para ejercer cualquier actividad, fuera de maestro, funcionario de prisiones o jardinero del ayuntamiento, era obligatoria la presentación del certificado de buen cristiano que emitía el cura; el que no se bautizaba, confirmaba, comulgaba y casaba según disponía la “Santa Madre Iglesia”, lo tenía más jodido que un vendedor de jamones en Marruecos. Pero coño, si hasta los libros que se publicaban en España requerían el nihil obstat de los censores de la Iglesia Católica. Y un puto beso en la pantalla de cine era pasado por las afiladas tijeras de los curas. Cualquier cosa, ya fuera la inauguración de un pantano, de una plaza de toros, de un criadero de ranas o de la sede de los aficionados a la papiroflexia, necesitaba el hisopazo correspondiente. ¿Eso es tolerancia? ¡Manda huevos!
Los políticos en los parlamentos y en las instituciones democráticas y los curas en sus Iglesias. Juntos pero no revueltos. Como dios manda.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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