No sé si los más sinvergüenzas se hacen políticos o si la política los convierte en sinvergüenzas. La semana pasada era Benach, President del Parlament de Catalunya, quien se compraba con nuestro dinero un Audi A-8 con más extras que trajes el baúl de la Piquer. Esta semana le toca al Presidente de la Xunta. Leo en los periódicos que Pérez Touriño “gastó más de dos millones de euros en cambiar la distribución y el mobiliario de su despacho. También destinó 480,000 euros en adquirir un nuevo coche oficial”. A comprarse, con nuestro dinero, un coche que cuesta un huevo, Benach lo llama “renovación automática de vehículos adscritos a los cargos representativos”. Esta gente se ha creído que los elegimos para que nos representen con unos coches de lujo y unos despachos a lo Falcon Crest. Que no, troncos, que no, que la representación de los ciudadanos es otra cosa; que en vuestros programas electorales no aparece nada de despacho de dos millones de euros ni bugas de jeques del petróleo. Cada día tengo más claro que muchos políticos, de izquierdas, de derechas, nacionalistas o mundialistas, siguen la máxima de un personaje de Les Luthiers: “por encima de los mezquinos intereses partidistas, pongo los sublimes intereses personales”.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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