“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 28 de noviembre de 2008

Crónica desde el Obispo Polanco

Llevo una semana viviendo en el hospital del obispo de Teruel. De día y de noche. Aquí hay de todo, es como una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Hay restaurante, quiosco de prensa, cajero, ciber de internet, farmacia, capilla y una tienda, Rx, en la que te hacen retratos de los huesos y de las vísceras. También hay enfermos. Y familiares de enfermos; tantos que en alguna habitación he podido contar hasta ocho, pasando olímpicamente de las normas que los limitan a dos. Entre los familiares de unos y otros, se entablan competiciones. El mío lleva dos goteros, dice uno. Eso no es nada, contesta el otro, mi suegra lleva cuatro goteros, oxígeno, una televisión para ver el corazón y hay que ponerse mascarilla para entrar a verla. El número de pastillas que toman también es objeto de comparación. Una pregunta recurrente es ¿quién te lo lleva? Se refiere al médico que atiende a tu familiar. Hay algunos que se conocen a toda la plantilla y te refieren mil historias sobre las habilidades del especialista en cuestión. En cuanto a las enfermedades, algunas son bien raras. Un señor me cuenta que a su esposa “le ha dao un atentao al plumón”. Otro que su cuñado está “botihinchao” y un tercero que a su padre “se le ha cerrado el cuello”.
Los enfermos son a veces desagradecidos. Mi madre, a las tres de la madrugada, le soltó a bocajarro a un enfermero: “sáqueme de aquí, que de este ababol no me fío”. Duele que tu propia madre te llame ababol. Esperaré hasta que se recupere para reprocharle el trato vejatorio al que me somete.
Los médicos, enfermeros, auxiliares y personal de limpieza, cumplen eficazmente con su trabajo. Aprovecho para darles las gracias. En algunos aspectos se podría mejorar. Por ejemplo en las comidas. Saber la hora en que las sirven es un misterio. Y a veces se juntan en una misma habitación los de la limpieza, los que sirven las comidas y los que asean al enfermo. Y los familiares, a hacer pasillos y a ponerlos a todos verdes. Conseguir una toalla es difícil. Nos dicen que hay escasez. No sé si es debido a la crisis o a que hemos roto relaciones diplomáticas con Portugal.
Comer en la cafetería del hospital también requiere paciencia; la mitad de las mesas están reservadas y pillar una de las libres, es cuestión de suerte. Yo llevo una semana comiendo y cenando en la barra el sándwich especial Albie de tres pisos. Acabaré aborreciéndolo.
No sigo, que tengo que darle la comida a mi madre y después he quedado para tomar café con uno que tiene a su mujer con arrebatos y una señora con una nieta que se encana. La del marido que “lleva mucha operación” hoy nos ha dicho que no vendrá. Les seguiré informando.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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