Paseando por los pasillos del hospital del obispo de Teruel, a las dos de la madrugada, tropiezo con la muerte. Sobre una camilla escoltada por dos enfermeras, el cadáver es conducido al tanatorio del sótano, envuelto en una sábana a modo de sudario con unas letras impresas que parecen una broma macabra: SALUD. Perra vida. Novela negra que siempre acaba mal.
Para ahuyentar los pensamientos chungos, bajo al hall y leo los carteles del tablón de anuncios de los trabajadores del hospital. Entre convocatorias de oposiciones, congresos varios e información sindical, me encuentro con dos perlas que me hacen esbozar una sonrisa. La primera proclama:”somos dos trabajadoras del hospital y cuando nos jubilemos no queremos que nos den una placa ni leches”. La otra nos informa de la creación de un club con un nombre gracioso de puro ñoño: Club de baile Vientre Planín.
Salgo a tomar a tomar una bocanada de aire antes de regresar a la habitación y esperar a que se haga de día. Llueve. El reloj que marca las horas de los hospitales se mueve con la cadencia lenta del gota a gota.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario