“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

viernes, 28 de noviembre de 2008

Las peladuras de patata

Pedro vivía en un pueblo de Teruel y era dueño de una casa de piedra y de una caja fuerte. Convenció a dos vecinos confiados para que depositaran sus ahorros en su caja fuerte. En ese mismo pueblo vivían cuatro avariciosos sin un duro. Por boca de Ambrosio, un vecino de la infancia que emigró a Alemania y que todos los años pasaba unos días de vacaciones en el pueblo, supieron que en Hamburgo unos científicos habían descubierto un método para convertir las mondas de patata en oro. Cuando esta noticia se difunda, pensaron, el precio de la peladura de patata alcanzará las nubes. Elaboraron un plan de negocio: comprarían a todos los productores de patatas del pueblo la cosecha de los próximos diez años a precio de la fecha más la subida del IPC ponderado. No les dieron un duro: solamente firmaron un documento en el que se comprometían en el futuro a comprarles las patatas al precio acordado. Con los papeles de la promesa de compra de las patatas y un extracto de dos líneas del plan de negocio, acudieron a casa de Pedro y le pidieron un préstamo. Te pagaremos un interés del 25% le dijeron. A Pedro, que era otro avaricioso, se le pusieron unos ojos como platos y les prestó el dinero de sus amigos que guardaba en la caja fuerte. Los avariciosos fundieron las perras en cuatro días, en lo que ellos llamaban relaciones públicas y campañas de imagen. Consistían en ponerse hasta el culo de jamón, vino y visitar todos los puticlubs desde Teruel hasta Sevilla, pasando por Madrid. No todos lo veían claro, pero el cabecilla del grupo que había estudiado contabilidad por correspondencia en CCC, los convenció con unos sencillos argumentos: Lo único que estamos gastando es una parte muy pequeña de los beneficios futuros. Mirad, hemos comprado las patatas a los tontos de los patateros a dos chavos el kilo. En cuanto se sepa lo de los alemanes, el precio de la patata se disparará y se pondrá cincuenta o sesenta veces más caro. Lo único que tenemos que hacer, y esa es la clave, es diferir el pago: nosotros no soltamos un duro a los productores hasta que no hayamos cobrado de los que nos compren las peladuras. Es la ciencia del debe y del haber: debe haber y si hoy no hay mañana habrá. ¿Queda claro? Nos vamos a forrar, socios. ¡Camarero, otra botella de Ribera del Duero del caro y dos raciones de jamón de cochino pata negra!
Lo de los alemanes no prosperó. La descomposición de la molécula de almidón y la posterior reconversión de los átomos para formar pepitas de oro, requería tales cantidades de energía que la producción de un gramo de oro multiplicaba por cien el precio de mercado de la tonelada de oro en ese momento. Lo que sucedió después me lo contó el hijo de uno de los cultivadores de patatas a cuyo padre le habían comprado la cosecha los avariciosos. Fue peor que lo de Puerto Urraco. Pedro fue en busca de los avariciosos y con la escopeta de caza les descerrajó la tapa de los sesos. Pero al regresar a casa, ya de noche, uno de los dos hermanos que le habían confiado sus ahorros, lo agarró de los pelos y de los huevos mientras el otro le rebanaba el gaznate con una navaja cabritera de siete muelles. Cuando el Sargento Arensivia y el guardia Baldomero fueron en su busca, los encontraron colgados de sendas sogas en el edificio medio derruido del antiguo apeadero.
En todas las escuelas de negocios de esas que utilizan el método del caso, se estudia el de las peladuras de patatas, el Potato Peeling Case. En la Neocon School of Economics, el profesor Corleone explica a sus alumnos los fallos que se cometieron y que acabaron en la tragedia que les he expuesto. Para Corleone, el error de Pedro no fue la avaricia, pues ésta es una virtud que hace que el mundo progrese. Su error fue no haberse constituido en entidad bancaria, con un nombre como Merril Leches o Lehman Primos. Tampoco critica la iniciativa de los avariciosos, pues entiende que el trapicheo es la base para la generación de riqueza. Su error consistió en no registrar la empresa como Sociedad Anónima, Parmentier S.A. o Golden Potato S.A. ¿Qué se habría logrado con eso? Según Corleone, el Estado habría acudido con el dinero de todos a salvar Merril Leches a toda leche y a financiar a los avariciosos para que reconvirtieran el fallido negocio de las peladuras de patatas en otro de compra- venta de melones de Villaconejos, para mantener los puestos de trabajo y permitir que los empresarios pudieran concluir su visita a los puticlubs de España. En cuanto a los pobres diablos que perdieron sus ahorros, el profesor Corleone comenta que se trata de un asunto irrelevante, un simple daño colateral del sistema. También comenta Corleone que tanto el sargento Arensivia como el guardia Baldomero eran unos inútiles por no tomar las necesarias precauciones que impidieran la tragedia. ¡A buenas horas, mangas verdes!
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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