Tapia del convento de las Descalzas, erotismo, zapatillas colgantes a modo de altavoces conectados por el bluetooth divino con la eternidad. Palabras evocadoras que despiertan mi pensamiento lujurioso. Le haré caso a Toni Losantos y me apostaré a la caída del sol en Santa Teresa esquina con San Benito para escuchar extramuros las voces de intramuros. Tal vez me hablen de crímenes horrendos, aparecidos, endemoniados, libros prohibidos, damas blancas que se arrojan al vacío desde altas torres. De trompetas que presagian catástrofes, campanillas que anuncian la muerte y bocas que gritan con lengua de fuego. Preguntaré por los pasadizos secretos que conectaban conventos, monasterios y abadías, y sobre las leyendas de fosas con huesos de fetos. Quizás escuche la voz de algún capellán apuesto que nos cuente su dicha entre hermosas doncellas. Caricias “antinaturales” y gemidos ahogados entre las sábanas en las gélidas celdas para no romper el largo silencio de la noche. Susurro de las fuentes mágicas, trinos de los pájaros en los jardines al otro lado de las tapias. Risas y llantos. Y la poesía de Santa Teresa. Veisme aquí, mi dulce Amor, Amor dulce, veisme aquí, ¿Qué mandáis hacer de mí?
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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