“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Indíbil, Mandonio, El Cid y su caballo

No sé qué me repugna más, la ignorancia, la mala fe o el gusto por la casquería que demuestra doña Rocío Feliz de Vargas en su carta titulada “La otra memoria histórica (de la que no se habla)”, publicada en este Diario el domingo 27 de abril. Que después de casi setenta años de la finalización de la Guerra Civil, después de 40 años de franquismo, alguien se atreva a afirmar que no se habla de los asesinatos de los “rojos”, es algo que solamente se entiende si ese alguien es un ignorante o ha sufrido un accidente que le ha dejado una parte de cerebro hecha fosfatina. Durante años aquí no se ha hablado más que de las atrocidades de los rojos, comunistas y masones. Durante años, las fachadas de las iglesias exhibían (y en algunos pueblos aun exhiben) unas lápidas adornadas con yugos y flechas que recogían los nombres de los “caídos por Dios y por España”. Durante años, una Iglesia al servicio de un régimen dictatorial y una escuela adoctrinadora que depuró a miles de maestros y que colocó en su lugar a personas adictas al régimen, muchas veces sin la preparación requerida, deformaron a los españoles en el odio y el resentimiento. Yo tengo amigos, que tras aprobar Magisterio, no podían ejercer si el cura del pueblo no les proporcionaba un certificado de “buen cristiano”. Yo mismo, mientras estudiaba en Zaragoza, sufrí el acoso diario de curas y profesores de “Formación del Espíritu Nacional”, que nos contaban una versión de la Historia en la que unos rojos comunistas, anarquistas y demás escoria (así, con esas palabras los describían, cuando no llamándolos malos españoles y ateos), querían llevar a la ruina a la España de Indibil y Mandonio, Isabel y Fernando y otros Dúos Dinámicos. Sí, mucha ignorancia o mucha mala fe hace falta para atreverse a afirmar lo que usted afirma, doña Rocío. La realidad es que aquí, en España, durante muchos años, oficialmente, solamente hubo crímenes cometidos por un solo bando: el de los “rojos”. Los otros fueron silenciados. Pero no la voy a intentar convencer de nada. Entre otros motivos porque existen, afortunadamente, excelentes libros de Historia en los que historiadores profesionales guiados únicamente por el rigor y la objetividad, aportan datos obtenidos de las fuentes documentales fiables y debidamente contrastadas. Ninguno de esos libros omite las atrocidades cometidas por uno u otro bando, antes, durante y después de la Guerra Civil.
Poco respeto me merecen sus palabras, si para escribir su artículo, recurre a una fuente tan independiente como es la revista Arbil, dirigida por Alberto Fernández y en cuyo Consejo asesor figuran prestigiosos estudiosos como Ricardo de la Cierva o el Abad Mitrado Benedictino del Monasterio de Santa Cruz y en cuya página web aparece un anuncio publicitario de 2005 que nos exhorta a ir todos a Colonia con el Papa. Hasta los ejemplos copia, el del catalán Eusebio Cortés Puigdengoles, cuando aquí, en su propia provincia, Teruel, podría encontrar, si no se hubiera limitado a copiar y pegar, decenas de ejemplos de asesinados, por unos y por otros. Y como veo que se recrea con los crímenes truculentos y macabros, al más puro estilo gore, le podría contar algunos cometidos a muy escasos kilómetros de su casa, en los que unos “españoles de bien”, buenos cristianos y temerosos de Dios jugaban al fútbol con un balón que no era precisamente de cuero, sino de carne y hueso. Si le queda un mínimo de decencia y de humanidad, tenga una “pizca” de rigor a la hora de emitir una opinión sobre un asunto tan doloroso para muchas familias. No avive el fuego del rencor. Es necesario conocer la verdad, toda la verdad, restañar las heridas de los que durante años no han podido ni hablar. Pida que se conozcan los hechos, que las futuras generaciones sepan lo que pasó en este país cainita, que nos repelan las atrocidades de los “fachas” y de los “rojos”. Léase el discurso del último Premio Cervantes, Juan Gelman; consulte libros de Historia, escritos tanto por españoles como por profesores extranjeros. Contribuya a que este país, el de sus hijos, si los tiene, el de los míos, sea un país decente, donde las diferencias se resuelvan hablando y en las urnas, y no con tiros en la nuca ni alimentando cerdos con carne humana. Y si hay que pedir perdón, pidámoslo todos, empezando por esa Iglesia cómplice. Le corresponde, aunque sólo sea por orden de antigüedad. Me avergüenzo de que usted sea una compatriota mía.

Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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