Don Francisco, no es bueno convertir la boca en ojete. Se puede discrepar, argumentar, hacer uso de metáforas, sinécdoques, retruécanos y otros tropos; ser irónico, cáustico, mordaz e incluso procaz, pero nunca largón e insultón Yo no sé si vuestras palabras del pasado domingo las “hicisteis con ayuda”, pero recordando a Quevedo, “según están de cagadas, más valdrá que tengáis muda la lengua en las suciedades”. Usted es un hombre conocido en Teruel: profesor, escritor, periodista y más cosas que he podido leer en la red de redes. Seguro que le sobran redaños y argumentos para polemizar con un mindunguis de pueblo como yo sin necesidad de recurrir al insulto, la descalificación o al vómito sanguinolento. Aunque de sus palabras se pueda deducir lo contrario, yo creo que es usted un hombre de bien, amante de la libertad y de la democracia. Decirme “Evaristo que te han visto”, me hace esbozar una sonrisa al recordarme mis años de infancia cuando esa frase me la repetían a diario. Que me llame “peligroso activista y militante fanático” es algo que solamente podía esperar de un malnacido pero nunca de un profesor de instituto a quien los padres confiamos la educación de nuestros hijos. Calificar a alguien de indiano por ser hijo de un emigrante que a su jubilación había ahorrado lo suficiente para construirse una vivienda de noventa metros en un pueblo de Teruel de menos de 1000 habitantes, es propio de un ignorante tonto del culo, pero no de un especialista en lengua y literatura. Deducir que pretendo una columna porque envío cartas al Diario, es una memez inesperable de un escritor. Deseo que cuando usted escriba de barojas y azorines, de villuendas y campeadores, recurra a mejores fuentes que las utilizadas para escribir su libelo del pasado domingo. De lo contrario, me veré en la obligación de recordarle algún otro verso escatológico de su tocayo Quevedo.
Un abrazo, mon semblable, mon frère.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado
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