“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto
es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio
y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas
pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo,
lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal
en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa,
que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
-Horacio Verbitsky,
periodista y escritor argentino

jueves, 27 de noviembre de 2008

Boluntá, balor y buebos

Mayo, mes de las flores a María y de los “taurinos” con su defensa de la “suerte suprema”. José Adolfo Blanco, en su carta al director del día 3 de mayo, titulada “A ti que no te gustan los toros”, nos vuelve a dar la tabarra con los mismos argumentos de siempre: tradición, arte, sol y moscas, citas de toreros analfabetos, lenguaje hipócrita para enmascarar la barbarie y poco más. Siempre los mismos mimbres para idénticos cestos. Partiendo de premisas falsas, todo lo que viene a continuación carece de validez. O para decirlo de otra manera, si los cimientos son frágiles, la casa resultante se caerá, no importa lo bonita que aparentemente luzca. Partir de la tradición para defender los toros, es un argumento absurdo. Y es absurdo pretender que todas las tradiciones deban ser respetadas. Todo depende del sistema de valores vigente en cada época. Si se respetaran todas las tradiciones, el género humano no habría avanzado ni un milímetro. Estaríamos en el punto de partida; en el cero pelotero patatero. Por mucho Altamira, Micenas y Guisando que introduzca en su discurso, el agua en el cesto se sale por todas partes. Si apelamos a las tradiciones, podremos justificar la esclavitud, los sacrificios humanos y cortarse las pelotas para tener voz de pito. Luego la tradición como cimiento del edificio no nos sirve.
Hacer de la escabechina arte es otro de los argumentos. El escritor Thomas de Quincey titula una de sus obras "Del asesinato considerado como una de las bellas artes” y le aseguro que el libro es hermoso, muy bien escrito. Ciertamente, las figuras que dibuja o esculpe el torrero sobre el albero, pueden tener belleza. Se cuida la escenografía, el vestuario, los actores tienen empaque, hay emoción, riesgo, miedo. Los rituales son bellos. Luz, color, danza, música. Arte completo. Lo mismo que el boxeo. O una fila de cuerpos desnudos, apoyados contra la pared blanca de un cementerio marino, frente a un pelotón de fusilamiento; los disparos de las ametralladoras, ratatatá, les hace perder la perpendicularidad; salpicaduras de sangre carmesí mancillan la albura virginal del muro; una suave brisa mece los cabellos de los asesinados, y un rumor de olas y gaviotas penetra por nuestros oídos. Precioso espectáculo.
No, señor Blanco, no se pueden justificar las tradiciones ni el arte sin pasarlos por el filtro de los valores y la ética. Y matar o hacer sufrir a un animal por puro placer estético no es ciertamente un valor que sirva para cimentar el edificio de nuestra sociedad. Si realmente cree que con capotazos, puyazos y banderillas, se “encela, ahorma y alegra”, aplíquelos sobre su cuerpo serrano. No se prive de esos placeres. Disfrute.
Evaristo Torres Olivas. Villarquemado

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