El pasado día 24, Diario de Teruel publicaba un artículo de
opinión de José Ramón Morro. Si buscamos su currículum en la red, leeremos que
es licenciado en Filosofía y Letras, y en su larga vida laboral ha sido
catedrático de dos institutos de Teruel durante seis años, inspector de
educación durante diecisiete años y subdelegado del Gobierno en Teruel. ¡Brillante
trayectoria!, pensaremos. Pero basta leer el artículo para darnos cuenta de que
estamos equivocados. Se supone que un licenciado en una carrera de letras,
profesor de instituto e inspector de educación conoce las reglas de la
gramática, la sintaxis y la ortografía. Al igual que nos enfurecería que un
albañil con veinte años de experiencia colocase los ladrillos torcidos o un
carpintero que fabricase una puerta que no cabe en el marco. Don José Ramón pone
los ladrillos de nuestra lengua al tuntún. Veamos algunos, no todos, por
limitaciones de espacio en una carta al director. Teclea mayúsculas sin
criterio y no duda en escribir “Instituto de bachillerato”, “Cardenales
fascistas”, “Ministro del ramo”. Los puntos y las comas los distribuye a
ciegas, sin criterio. Utiliza redundancias como “ambos dos”; seguro que también
considerará correctas las expresiones subir arriba, un trío de tres o la
autopsia de un cadáver. El apellido del legendario futbolista del Real Madrid
lo escribe “Di Estéfano”, de ahí que yo haya optado por llamar Amorro al señor
Morro y utilizar la expresión redundante escribir un escrito en el titular de
esta columna. Lo de escribir mal debe de
ser una incompetencia común de los licenciados en Filosofía y Letras del PSOE
de Teruel. Vicente Guillén, otro licenciado en esa especialidad, tampoco se
distingue por la calidad de su prosa. Tal vez, tanto a uno como al otro, la
profesión que más les hubiera gustado habría sido la de “utillero o limpiabotas”
del Real Madrid, como escribe don José Ramón Morro para recordarnos la afición
al fútbol y al equipo “merengue” de Javier Lambán.
Evaristo Torres Olivas