Me gusta leer la prensa y de vez en cuando envío cartas al director. Heraldo de Aragón ha publicado varias. Gracias. Leo los periódicos en casa y también en el bar. Considero un excelente ejercicio tomar un café y comentar las noticias con los amigos. A veces se originan acalorados debates, pero sin perderse el respeto. Lo normal en una sociedad plural. Pero siempre hay alguna oveja descarriada que va a su aire y recurre al insulto, a las malas caras o a prácticas ridículas. En mi pueblo, la oveja desorientada tiene un método original para demostrar su oposición a mis cartas al director. Consiste en pasar un dedo grasiento por encima de mi nombre para que no se pueda leer quién es al autor del texto de opinión. Tengo mis sospechas, que coinciden con las de otros tertulianos, sobre el autor dactilar o digital, pero la prudencia me aconseja no acusar sin tener la certeza plena. Por ese motivo, no daré su nombre y me inventaré uno: Torcuato Colina. Torcuato, señalar con el dedo no está bien y menos si lo llevas sucio. Por otra parte, esconderse en el anonimato es de cobardes. Además, aunque creas que nadie te vio, has de saber que existen métodos para revelar las huellas dactilares en superficies porosas como el papel. Como conservo el documento original en el que se aprecia tu tachón, se lo voy a enviar a un amigo, experto en dactiloscopia y lofoscopia, para que te identifique y me confirme lo que yo sospecho. Tiembla, Torcuato Colina, tiembla.
Evaristo Torres Olivas
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